viernes, abril 30, 2010

RUMIMRÓM, O DE LA HIPOCRESÍA OSCULAR DE ESTA SOCIEDAD. ( y II)

Curiosamente el mismo día en el que compré la Fotogramas pude leer antes una noticia que denunciaba la homofobia en una caseta de la Feria de Abril, de la que echaron a una pareja gay por besarse. Por supuesto que el propietario no hablaba de homofobia, sino en plan: es mi caseta, son mis reglas. Vinieron luego las matizaciones, siempre tan queridas en estos casos: que si él dice un morreo y los otros dijeron un pico, que si lo de los besos ahí estaba mal visto, también para heteros… Debo de tener una visión estereotipada y rancia sobre esa celebración, yo creía que era todo alegría y alegría, poco me imaginaba que alguna caseta pudiera tener reglas iraníes en ese sentido. No es el primer incidente así, ni será el último, excepto en aquellos sitios en los que la tolerancia se da por supuesta. Aún recuerdo la agradable, que no morbosa, sensación que noté a finales del verano pasado, viendo a dos mujeres besándose en la terraza del Europa, frente a la Pulchra Leonina y a unos pasos del obispado. León se mueve, sin duda, también vi a una pareja de osos paseando de la mano por Santo Domingo…

Volviendo a los bares, para evitar confusiones y, siguiendo la estela de las leyes sobre el tabaco, quizá habría que establecer carteles del tipo En esta zona te puedes besar, junto a una bandera del arco iris, o Zona de morreos heteros (por no utilizar letreros más ofensivos). La diferencia es que tragando el humo del tabaco te puede dar un infarto; eso no tiene por qué sucederte si ves a dos hombres o dos mujeres besándose. Si te sucede, da el infarto por bien empleado a modo de aviso para que cambies el chip… Lo positivo, en todo caso, de incidentes de esta clase es que quita la razón a aquellos que aseguran que los homosexuales ya tienen todos sus derechos, englobando dentro de ese término a todo el colectivo LGTB, desde luego. Tener derechos es que, al igual que mi compañera se da un morreo con un maromo, pudiera yo llegado el caso darme un morreo con mi compañero sin que mirasen mal (bueno, en Filosofía y Letras tan mal no mirarían…). Eso se cura sobre todo siguiendo una premisa tan importante que es para ponerla en mayúsculas: Educación.

Porque, más allá del filtro de los prejuicios, ¿a quién le puede molestar un beso? Incluso cuando quienes se ven envueltos dentro de él no sean especialmente hermosos, a diferencia de la película, es un acto bello en sí, de variada connotación según qué clase de beso sea. No es algo de lo que avergonzarse, sino que puede constituir una tabla de salvación, un recuerdo que nos ilumina con el hálito de la esperanza en aquellos momentos en los que nos falta calidez. Es un signo de vida, quien lo niegue está negando la realidad.

No tengo más que decir por ahora. A lo largo de mes y medio voy a toparme con siete trabajos y cuatro exámenes, si bien no todos del mismo esfuerzo. Confío en que este blog no se vea perjudicado por ello; yo voy a seguir, aunque sea a cuentagotas, con la novela Los cerdos y a ser posible con la poesía, es algo que necesito y veo positivo mantener, si bien en perfil bajo, hasta el verano.

Continuando con el tema que he tratado en estas líneas, esta noche me dispongo a ver una película en la que tengo puestas muchas expectativas, Un hombre soltero, de Tom Ford, con Colin Firth y la magnífica (e incomprensiblemente no oscarizada) Julianne Moore. Si merece la pena espero poder hacer alguna reflexión en unos días sobre la misma.

No hay comentarios: