miércoles, diciembre 28, 2011

Inocentada de libro.

Es increíble, a veces parece que las cosas solo existen si aparecen por  Internet. Ayer me sorprendió el escándalo que se había armado por la aparición en el portal digital de El Corte Inglés y otros sitios del libro Conocer y sanar la homosexualidad de Richard Cohen, editado por LibrosLibres. Libro que yo ya conocía desde... 2006. Yo lo había visto en el centro de Pozuelo donde trabajé y, si bien ha sido retirado de la red, no me cabe duda de que en este y otros centros comerciales seguirá, con la propaganda gratuita que se le ha concedido. 
Descubrí ese libro y, desde mi privilegiada posición de vendedor, hice lo mejor posible: llevármelo a casa. De este modo, caía en las mejores manos, sin posibilidad de hacer daño; yo no lo quería, desde luego, para curar mi inexistente homosexualidad, sino para conocer los argumentos de alguien que pretendía tratarla como si fuese una enfermedad. El libro, ante todo, es un fraude. Si alguien paga pensando que va a cambiar de orientación como quien cambia de camisa, mejor que vuelva a que le retornen su dinero. El libro, para mí, era involuntariamente divertido, aunque no pude soportar su lectura íntegra. Este tal Cohen, en realidad, antes que como enfermedad parece tratarla como un vicio, en plan de esos manuales de Usted puede dejar de fumar. El autor narra el vacío que le produjo su entretenida vida sexual y cómo por ello un día tuvo la revelación de casarse y tener hijos, con una mujer se entiende, pero no sin recaídas en lo que considera su antiguo mal. El libro, estoy hablando de memoria porque ya ha pasado luengo tiempo, tenía toda clase de obvios consejos, como que si uno quería curar su homosexualidad debía evitar a amigos homosexuales, y otras sandeces por el estilo. Lo que saqué en claro es que el tío probablemente se estaba reprimiendo, y no me extrañaría que todavía hoy, de vez en cuando, practicara lo contrario a lo que predica. 
Mi antiguo empleo tenía una ideología básicamente económica: vendía los libros que se vendían, ya tiraran más a la izquierda o a la derecha, como bien remarca mi colega Hall. A su favor recuerdo un cuento ilustrado que contaba la historia de dos papás y su hijo; yo, en mis dominios de la sección infantil, solía colocarlo en un lugar destacado para así escandalizar a todos esos defensores de colegios integristas y segregacionistas. También andaba por ahí el libro de cuentos de Ana Botella... Esa sí que es una inocentada, ja, ja. 
Conclusión: los escándalos son espontáneos y, a veces, contraproducentes. Alabo la determinación de todos esos colectivos LGTB que han conseguido retirar (parcialmente) el libro, pero también es cierto que han dado publicidad gratuita a una obra que pocas personas conocían, y algunas de rebote como yo; lo que es peor, ahora podrán caer en eso tan socorrido del victimismo. Pero que quede claro: la orientación sexual no es ningún tipo de enfermedad porque, si no, creo que surgirían muchas bajas laborales perpetuas, ja, ja. 

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