viernes, diciembre 30, 2011

Adiós, y no vuelvas.

Se acabó 2011. Pero, al hacerse duro de pelar, quiere fastidiar un poco en sus estertores y otorgarme cierta ración de malestar pre-nochevieja. Así pues, podrán subir los impuestos pero lo que siempre estará baja será mi tensión, ya veremos si mañana mejora porque me enfrento a una triple perspectiva interesante, cuasi imposible de afrontar si no es con energía. Y esto del estómago revuelto, ¿tendrá que ver con el menú de la comida de primos, que en mí consistió en porciones diversas de las pizzas de los demás, con especial mención de la Diablesa de Juancho, que con ese nombre no augura nada bueno? 
Sea como fuere, feliz año. Yo, salvo apocalipsis, acabaré la carrera, y lo que suceda a partir de entonces tendrá que ver con la opción de que las maltrechas arcas del estado puedan dotarme con una beca o no. Ya no hablo de ayudas al alquiler, ja, ja, aunque sí me gustaría alquilar alguna clase de zulo, cuando acabe la carrera o poco antes. Al menos, el hecho incontestable de que los alquileres son más baratos en León que en Madrid invita un poco al optimismo. Acabo, pues, no tiene sentido escribir en este estado, que no os deseo ni en la desolación post-nochevieja... Próspero 2012 y que el gobernador de Libia, quienquiera sea ahora, os ampare. 

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