sábado, diciembre 03, 2011

Sleeping Beauty.


Comentábamos en clase el otro día cómo los cuentos infantiles, en sus orígenes, ni estaban dirigidos al público infantil ni andaban faltos de connotaciones sustanciales. Por eso no sorprende que la clásica historia de La bella durmiente se haya convertido en una película que cuenta, desde las antípodas australianas, la peripecia de una joven pluriempleada que, ante sus apuros económicos, acepta un trabajo peculiar: primero como camarera en lencería, sirviendo las cenas de unos viejos ricachones y degenerados, y luego subiendo un escalón para hacer, no exactamente de prostituta a la vieja usanza, sino de bella durmiente que, bajo los efectos de un narcótico, se abandona a la lujuria de esos carcamales, bajo una regla precisa: nada de penetración (algo con su lógica, puesto que como dice un personaje, con un comentario jocoso, al menos para mí, solo se me pondría dura con un camión de viagra y que una chica me metiera un dedo por el culo). 
La cinta juega a ratos al feísmo, y sobre todo a subrayar el contraste entre la blanca y lisa desnudez de Emily Browning y la de sus partenaires, delicia de gerontófilos, algunos de ellos parecidos a Papá Noel y otros a algún hermano marista. A pesar de estar en la selección de Cannes y Sitges, la película fue injustamente vapuleada por parte de algunos críticos que a mi juicio no fueron muy comprensivos con ella; a mí me gustó aunque, con ese tema, me resultó necesariamente desagradable. Desde luego que no se explican todos los hilos de la trama, como la relación que tiene con ese amigo toxicómano, o cómo es posible que tenga tres trabajos y además vaya a clase. Eso sí, en vez de coger apuntes decide camuflar una videocámara, algo que podría darme ideas para alguna asignatura si no fuéramos tan poquitos en clase. 
Al menos os la puedo recomendar por la chavala, que es una delicia y además actúa bastante bien. Por mi parte, en otro momento podré hablaros de este macropuente que, pese a los gruñidos de algunos, dedicaré en su mayor parte al trabajo en casa, que a la hora de los resultados siempre es más determinante que el llevado a cabo en el aula. 

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