martes, octubre 20, 2015

Con la ilusión de un niño.


Cierto, no esperaba que el día de mi cumpleaños en Oviedo pudiera ser tan especial como en León, pero, por diferentes circunstancias que han confluido en esta jornada, la verdad es que me siento muy contento, y todavía espero celebrarlo en León de un modo u otro, aunque no sea con tanta juerga e insomnio como en el año pasado. Yo entre semana debo permanecer aquí porque ya me he creado una serie de compromisos, básicamente el dar y recibir clase, por no hablar de la razón principal de permanencia, el doctorado con sus tutorías y demás gestiones. Al caer en martes, al menos he tenido la suerte de poder compartir la tarta con Jill, mi compañera de piso, que es la que tomó esa foto. 



No solo eso, sino que también quiso sorprenderme colgando lo que podéis ver, un detalle bastante emocionante que bien podría haberme arrancado alguna lágrima o dos. Si pudiera resultar infantil, como lo de las calabazas, bienvenida sea esa ilusión de niño con la que lo recibí, al igual que el último avance de la próxima película de Star Wars. Son detalles que dejan la sensibilidad a flor de piel. También la clase de Francés, a la que no dejé de asistir hoy aunque fuera mi cumpleaños, parece requerir de una sensibilidad especial, aunque luego sea para decir frases ridículas como: Je suis Blip Blop (un marciano). En el caso de hoy, supongo que el chupito de licor sueco que tomé con Jill pudo ayudarme a conseguir el acento francés apropiado. Ah, la Suede! 


En resumen, este día de cumpleaños no solo ha estado mejor de lo que esperaba, sino que debo asumir cómo algunas personas de mi vida aquí, en las cuales quizá mi confianza había permanecido fluctuante, han consolidado el éxito de su celebración. Comenzaré este nuevo año con mentalidad positiva, pues, y haciendo autocrítica para que, en lo sucesivo, no juzgue demasiado a la ligera la actitud de la gente. La fiesta llega a su fin, y ya se nota el cansancio. Hoy, más que nunca, que la Fuerza nos acompañe. 

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