domingo, octubre 25, 2015

Purgatorio.


En la película Inside Out, existe una especie de vertedero en el que terminan los recuerdos que van a desaparecer. Por contra, hay otra clase de recuerdos llamados nucleares, o algo así, que contienen las experiencias que más hondo han calado en la psique de la protagonista y que deben ser protegidos, pues, en aras de su estabilidad mental. Hace un año se produjo en mí un recuerdo de ese tipo, que no solo no se ha evaporado sino que siempre permanece bastante en la superficie, no digamos ya cuando estoy escribiendo estas líneas en las que voy a referirme a él. 
Se trata de la celebración de mi cumple, hace un año. Era muy consciente de que sería difícil repetir algo así. Esta vez ha tocado purgatorio, para compensar. No digo, desde luego, que esté decepcionado con lo sucedido esta semana. En Oviedo, pese a no conocer tanta gente como aquí, mis expectativas se cumplieron más allá de lo esperado; por lo que respecta a León, las circunstancias favorables del año pasado no se han repetido, sin que ello haya sido obstáculo para que hayamos salido el viernes, ayer y muy probablemente hoy. El caso es que, no los recuerdos, pero sí ha habido personas y lugares que han desaparecido por distintas razones. Hay amigos a los que se siente aún muy cerca pese a que físicamente se encuentren bastante lejos. A otras personas solo cabe englobarlas en la categoría de gente que gusta de desaparecer de modo abrupto. ¿Por qué? No se, ojalá pudiera introducirme en su cabeza para saberlo. Aunque, en este caso, imagino que necesitaríamos más personajes que los que aparecen en la película. Por ejemplo, Vanidad ocuparía un papel importante. Y también hay lugares físicos que no es que desaparezcan, sencillamente cierran, de forma temporal o definitiva. Es un misterio incomprensible para mí ver cómo este año he dejado de contar con dos de mis favoritos, cuando hay otros a los que casi siempre  veo vacíos y ahí siguen. 
Sí, creo que lo que me faltó en este filme fue el ver reflejado cómo funciona la mente de personas no tan estereotipadas como la familia protagonista, más divertido sería introducirse en la psicología de gente menos normal. Aunque, claro, si el principal problema de la protagonista es que se deprime por mudarse a San Francisco, entonces será que su cerebro no rige muy bien. Ya me gustaría a mí vivir allí, vaya. Ni siquiera el uso de Skype, esa herramienta tan aborrecida ahora mismo por mí (aunque imagino que en el futuro me será muy útil), le sirve para mantener a flote la Isla de la Amistad. Bueno, por lo que a mí respecta, mi mudanza se ha limitado a hora y media de autobús, por lo que, tal y como afirmaba hace un año, se podría decir que vivo entre dos tierras. Más en la tierra asturiana, eso sí. A día de hoy no tengo razones para volver cada fin de semana, si bien pueden coincidir varios seguidos en los que sí haya motivos, como en el próximo, con la visita de mi hermano Paco. Ya celebramos el Halloween por adelantado, y las calabazas que decoramos fueron invadidas por el moho, debo suponer que mi compañera tal vez las habrá condenado ya a la basura. El fin del mes, por lo tanto, regresaré aquí, considero mucho más productivos todos los temas y proyectos a tratar con Paconcio antes que una nueva ración de chuches con forma de araña y alguna que otra película de brujas o vampiros por la tele. 

No hay comentarios: