viernes, diciembre 04, 2015

Cornucopia.

La resaca del Thanksgiving ha sido, eminentemente, alimenticia. Yo no asistí a esa cena (me refiero a la de carácter americano, no a la japonesa) y, no obstante, me imaginaba que podría aprovecharme de algunas leftovers, probar alguna rebanada de pavo. ¿Alguna? Si no fuera porque el juego de palabras es tan obvio que podría formar parte del guión de la próxima entrega de Torrente, diría que estoy de pavo hasta la... Eso. En mi familia no gustamos de tirar comida. No es pobreza, es una cuestión de ética. En Europa resulta obscena la cantidad de comida que se desperdicia y a ello contribuye, en muchas ocasiones, una planificación de la compra no pocas veces desacertada. He estado leyendo el estremecedor libro Siniestro total, de Pedro Simón, en el que relata las consecuencias de la crisis económica en el período 2012-2015, sano recordatorio para las próximas elecciones. En sus páginas, las víctimas de este desastre se hacen protagonistas, y el hambre una cuestión recurrente. Así pues, ¿cómo se me podría quedar la cara si, mientras lo leía, mandaba al cubo todo lo que atiborraba nuestra nevera? 
Desde luego que mi compañera de piso me ha dado vía libre a disponer de los restos de la fiesta. No es que me sintiera como asistiendo a un banco de alimentos, al fin y al cabo una buena colaboración entre compañeros de piso implica ayuda mutua. Además, eso me ha permitido que ayer, cuando ella se había marchado ya de puente a Sevilla, pudiese convidar a dos chicos del grupo de japoneses para improvisar una cena con tabla de quesos, pavo y té japonés (este último sí lo compré). No era Matcha, ese que ahora es tan famoso que lo vendían al escalofriante precio de 22 euros. Será por catetismo, ya que es un té que toman muchas famosas; en todo caso, si el catetismo expande el consumo del té, bienvenido sea. 
El único incidente fue que Yurei, cortando el pavo, se cortó a sí misma. Pese a la sangre que manchaba suelo y muslo (de pavo), no fue grave. Kai tiene pensado venir un día del puente a León, y estaré más que encantado de recibir su visita. Hasta entonces, seguiré arrebañando sobras, pensando en cómo, si la imagen de una nevera vacía puede resultar pesadillesca, esta semana, por contra, llegué a romperme el coco imaginando cómo podría aligerar la saturación de esa abundante cornucopia. 

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