sábado, diciembre 19, 2015

Vinos preventivos.



Ya estoy en León. Hoy toca cena, pero de carácter más íntimo, nada de amigo invisible ni bailar la conga. Platos ligeros y moderación en la bebida, no quiero que mañana me tengan que llevar los servicios de protección civil a votar, en silla de ruedas. Todavía tengo que decidir mi voto; al haber dos opciones, resulta más fácil. Vale, el del Senado a priori no cuenta demasiado pero tampoco hay que despreciarlo, pardiez. Para abusar de la bebida, mejor esperar a que salgan los resultados. De lo contrario, parecería una anticipación, unos vinos preventivos con los que ahogar las penas que surjan de las urnas. La segunda vez que voto esta semana. La primera fue una parodia de voto, para el veredicto del público al mejor póster de las jornadas. Ni siquiera vi el póster del tío que ganó, quien subió a recoger su galardón con el mismo entusiasmo que un muñeco de nieve. Yo voté, eso sí puedo confesarlo, por el único póster que me pareció ver de mi doctorado. Yo, el año que viene, no me voy a molestar en hacer uno. Allá se queden con su filosofía de ¿Quién se ha llevado mi queso? 
Felices votaciones. Y mayor felicidad la mía, porque esta vez el colegio electoral no lo tengo debajo de casa, y ningún capullo vendrá a despertarme cuando esté reposando de la inauguración oficial de las Navidades. 

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