miércoles, febrero 24, 2016

Au revoir, Legazpi!



Tras superar una época de vacas flacas, y aún con un cuantioso superávit de viviendas vacías, el mercado inmobiliario se despereza un poco y de ahí que el viejo y querido piso de Legazpi, apenas amortizado por mi parte salvo para siete u ocho jornadas al año, vaya a pasar a un nuevo propietario. Por ello, si bien mis últimos viajes a la capital habían coincidido con la primavera o el caluroso estío, decidí realizar una visita postrera y rendir honores en el castizo barrio. Y tuve la suerte de que esta fuera casi inmejorable. Cumplí el objetivo de ver a aquellos amigos con los que difícilmente suelo coincidir en cualquier otra ciudad, con el añadido de comprar algunos libros para la tesis en Berkana y ver una exposición sobre el cómic en los museos, con mención a los Mitos del Pop de Martín. 


¿Y ahora? Seguiré yendo a Madrid, de un modo u otro, según las necesidades y los eventos, ya sea alojándome en los sitios que generosamente dispongan para mí los amigos y amigas, ya en algún hotel o hostal, no demasiado infecto a ser posible. En este invierno he viajado bastante, pero ha sido circunstancial. Oportunidades que no debían ser desaprovechadas, desplazamientos imprevistos, y esta venta del piso de la que no he tenido noticia hasta hace relativamente poco tiempo. Por razones tanto personales como ajenas a mi persona, yo ya había previsto que en este curso, al igual que en el anterior, la mayor carga del trabajo la haría entre primavera, verano y comienzos del otoño, poco importa que esas fechas sean consideradas como menos proclives para grandes esfuerzos. Si todo transcurre según lo previsto, eso haré, y también confío en que la mala pata que ha perseguido en este año a las tutorías con mi directora (siempre programadas para cuando yo estaba fuera) desaparezca. De todos modos, no me estoy limitando tan solo al doctorado como proyecto vital. Ya en la plaza de Chueca, tomando una Coke Zero (cosas del catarro) en una terraza a modo de despedida del viaje, continué pergeñando el Hitch Project, que es a largo plazo y por tanto no espero resultados de la noche a la mañana. Y, fuera del arte, las posibilidades profesionales de docencia se siguen expandiendo. Un profesor debe ser versátil, sí, tanto como para jugar al fútbol en un salón tras enseñar Inglés a un chaval. ¡Nunca se sabe cómo se tendrá que ganar la vida uno el día de mañana! Por ahora, demos la despedida al piso, que no al barrio, de Legazpi, con un profundo agradecimiento por los servicios prestados. 



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