Ya lo dije el otro día, por necesidad o falta de previsión debí desprenderme de varias posesiones materiales, pero tan solo las tenía como eso, mera materia fácilmente sustituible. Puedo tirar un secador o un foco que me hayan valido diez, quince euros, aún cuando se encuentren en normal funcionamiento. Posiblemente prefiera ceder su espacio a algún libro que me haya costado solo cinco, pero cuya estimación personal vaya mucho más allá del simple objeto. Sí, me gusta establecer relaciones con mis libros, las cuales consigan evolucionar al mismo tiempo que lo hago yo, se que no descubres lo mismo en una obra a las quince años que a los veinticinco, tampoco si lo haces en cada ocasión en circunstancias distintas.
Tomemos, como ejemplo característico, el libro que da título a esta reseña. Acabo de terminar mi segunda lectura del mismo, esta vez en inglés, que es su idioma original. Aclaremos términos, yo no soy de releer. Si regreso a un libro, y lo hago además en relativamente poco tiempo, es porque ese libro es especial para mí. Llegué a él mediante un artículo de la Fotogramas de hace algunos años. Me imagino que sería el 2004, porque en dicho año me trasladé a Madrid, y nada más llegar allí comencé a leerlo de una peculiar manera. Se iniciaba por aquel entonces otra relación de connotación literaria, pero que iba a terminar mal: la de la FNAC, que ya de no otorgarme trabajo al menos hizo los efectos de biblioteca porque yo, ya en aquellos comienzos intentaba ahorrar, me negué a comprar el ejemplar por veintiocho euros, fijaos que finalmente Paco me lo terminaría regalando en Bethesda a la razón de dieciséis dólares, que al cambio sale a perrilla. A pesar de ser un tomo grueso, cuatrocientas páginas de letra pequeña, yo lo devoré aún en incómodas posturas, ni siquiera tomaba la molestia de trasladarme a la contigua sala de lectura. De hecho, es el único libro que he leído de esta manera. Imaginaos qué efecto debió provocar en mí para que llegara a ese extremo.
Tras esta larga introducción, bueno sería explicar de qué va, aunque ya os haya dado pistas en mensajes anteriores. Es un libro sobre cine. Un ensayo, vaya. Pero no un estudio plomizo sobre películas, qué va. Si lo he subtitulado como historia épica, es porque me lo parece. Una de las principales razones por las que uno puede caer bajo la magia de una lectura es por el poder de su identificación con la misma. Se que en términos básicos, podríamos recurrir a lo de que se parece tanto como una pera a una manzana, pero, aún en circunstancias de tiempo, espacio y condiciones muy distintas, esta epopeya me recuerda a la nuestra propia. La mía, y la de tantos amigos, compañeros y algún familiar que tenemos el deseo de, si no triunfar, al menos poder vivir de lo que consideramos nuestro verdadero trabajo, que es el arte, principalmente relacionado con el cine, pero a efectos colaterales puede ser también la televisión, la literatura, etc. Cada uno en nuestro ámbito, que tampoco es que sea un compartimento estanco, pero lo bueno es que suele ser complementario con el de los otros. Van a cumplirse diez años desde que comenzamos con nuestras primeras mamonadas, y por aquel entonces el futuro aún quedaba muy lejos. El panorama tampoco es tan desalentador. De aquellos primeros cortos, si así pueden ser llamados, algunos de los que allí salieron lo hicieron como mero colegueo, y sus trayectorias han continuado alejadas del mundillo. Otros, aún seguimos intentando abrir brecha. Víctor y Jose están trabajando en la tele, puede que sus programas no pasen a la historia pero peor sería que no hubieran logrado meter el pie. Nacho está comenzando, y ya ha realizado papeles en los que no reconoceríamos a aquel antiguo señor Paralítico. Y yo, ejem. He seguido una caótica senda, digna de un caótico pensamiento. Pero, en contra de lo que pueda parecer a veces en este blog, no me siento acabado. El grupo ha fluctuado entre épocas, abarcarlo por completo sería ingente labor: desde la peña de León hasta el gang de Vagos y Maleantes, pasando por la sección ponferradina… Muchos de ellos han sido como sombras de las que no he vuelto a saber nada en absoluto. Esta vida que hemos elegido… Es despiadada. Ninguno veremos el cielo. Como tampoco lo verán los personajes de este libro que me propongo comentar, si de momento no lo hago es porque mi ida de pelota resulta inevitable. A fin de cuentas, esto es un ejercicio de literatura comparada en cierto modo. ¡Solo que no es ficción, es la vida real! La novela coral ambientada en Hollywood de finales de los años 60 hasta comienzos de los 80, frente a nuestra historia, escrita a caballo de varias ciudades y que tan solo se encuentra en su primer acto.
Damas y caballeros, ahora sí, disculpen este larguísimo NODO, en la próxima jornada procuraré centrarme un poco más y quitarle razones a quien haya pensado que como crítico literario no valgo un centavo (aunque como profesión desde luego que está bastante lejos de entusiasmarme)
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