Es posible que la semana esté siendo algo turbulenta. Ya en el terreno de la simple meteorología, que si ahora cae chaparrón, que si ahora parece que sí pero luego no. Es algo intermitente, como mi presencia en las aulas y como la conexión hurtada que en los últimos días se resiste más a dejarse utilizar por nada. Ha habido otros aspectos que no han arribado a buen puerto. Pero, aún así, está muy lejos de poder ser considerada una semanis horribilis.
Aspectos varios nos disuaden de poder pensar así. Al comenzar la semana, me agasajé con un apropiado regalo de cumpleaños, esta camiseta con el rostro de Hitch, que para mí es lo más parecido a llevar el rostro de Dios, idea en la cual reincido tras leer en un libro las vicisitudes de sus rodajes. También había comprado un par de mamonadas en el mercadillo romano del Corte Inglés, sorprendiéndome de que dicho centro pudiera albergar una iniciativa cultural, en vez de las habituales pibas bailando en bragas. Por ser un lunes de mañanas, estaba prácticamente solo, y con el aroma del incienso y la banda sonora de Gladiator se me creó el ensueño de trasladarme a la antigua Roma, donde siempre he creído, y lo mismo de Grecia, que tal vez podría haber llevado una existencia más plena. Quién sabe, quizá en otra vida fuera un fundador de la Legio VII.
Por otro lado, ya estoy inscrito en el taller de literatura creativa del MUSAC, aunque mi plaza aún no es segura. Si lo es, tendría la ventaja de salirme por diez euros frente a los desproporcionados setenta que vale la misma actividad organizada en el Albéitar. Respecto al Internet, estamos llegando a la era Wifi, que nos viene con un poco de retraso pero al menos podrá solucionar de una vez estos vaivenes blogueros que en los últimos días he tenido que zozobrar. También, y en esto sí que llevaba haciéndome rogar desde verano, he comenzado En busca del tiempo perdido, de Proust, y la verdad es que dicho título no podía venir más al cuento para este curso. Hasta se lo podría haber plagiado para el guión que me encuentro escribiendo. Es más, creo haber entendido el significado de la famosa magdalena que siempre sacan a colación cuando se habla de esta obra. Cuando oí hablar esta tarde de una supuesta espicha de mañana a la que no tengo pensado asistir, aunque por ciertas razones debería, el cerebro se me retrotrajo hacia las mismas espichas del campus de Ponferrada, ciudad donde da la impresión de que es más rentable un centro comercial o una niña embarazada que una escuela de cine, solo que cambiando la cucharada de té con migas por el sorbo de calimocho con bollu preñau que mañana dudo que pueda llegar a saborear. Mal empezaríamos. Si acaso, en algún momento como ocasión especial…
Sin embargo, y por si alguien no ha comprendido el título, la mejor noticia para mí de esta semana es que Europa se ha librado de su último reducto reaccionario, aunque quizá no del último racista, viendo a Suiza. La peor exportación polaca desde el anterior pontífice ha recibido una doble patada en el culo correspondiente a ambos gemelos que casi convierten la celebración del Orgullo en Varsovia en algo tan peligroso como si se celebrara en Teherán. El próximo, Bush. ¡Ya queda menos!
Aspectos varios nos disuaden de poder pensar así. Al comenzar la semana, me agasajé con un apropiado regalo de cumpleaños, esta camiseta con el rostro de Hitch, que para mí es lo más parecido a llevar el rostro de Dios, idea en la cual reincido tras leer en un libro las vicisitudes de sus rodajes. También había comprado un par de mamonadas en el mercadillo romano del Corte Inglés, sorprendiéndome de que dicho centro pudiera albergar una iniciativa cultural, en vez de las habituales pibas bailando en bragas. Por ser un lunes de mañanas, estaba prácticamente solo, y con el aroma del incienso y la banda sonora de Gladiator se me creó el ensueño de trasladarme a la antigua Roma, donde siempre he creído, y lo mismo de Grecia, que tal vez podría haber llevado una existencia más plena. Quién sabe, quizá en otra vida fuera un fundador de la Legio VII.
Por otro lado, ya estoy inscrito en el taller de literatura creativa del MUSAC, aunque mi plaza aún no es segura. Si lo es, tendría la ventaja de salirme por diez euros frente a los desproporcionados setenta que vale la misma actividad organizada en el Albéitar. Respecto al Internet, estamos llegando a la era Wifi, que nos viene con un poco de retraso pero al menos podrá solucionar de una vez estos vaivenes blogueros que en los últimos días he tenido que zozobrar. También, y en esto sí que llevaba haciéndome rogar desde verano, he comenzado En busca del tiempo perdido, de Proust, y la verdad es que dicho título no podía venir más al cuento para este curso. Hasta se lo podría haber plagiado para el guión que me encuentro escribiendo. Es más, creo haber entendido el significado de la famosa magdalena que siempre sacan a colación cuando se habla de esta obra. Cuando oí hablar esta tarde de una supuesta espicha de mañana a la que no tengo pensado asistir, aunque por ciertas razones debería, el cerebro se me retrotrajo hacia las mismas espichas del campus de Ponferrada, ciudad donde da la impresión de que es más rentable un centro comercial o una niña embarazada que una escuela de cine, solo que cambiando la cucharada de té con migas por el sorbo de calimocho con bollu preñau que mañana dudo que pueda llegar a saborear. Mal empezaríamos. Si acaso, en algún momento como ocasión especial…
Sin embargo, y por si alguien no ha comprendido el título, la mejor noticia para mí de esta semana es que Europa se ha librado de su último reducto reaccionario, aunque quizá no del último racista, viendo a Suiza. La peor exportación polaca desde el anterior pontífice ha recibido una doble patada en el culo correspondiente a ambos gemelos que casi convierten la celebración del Orgullo en Varsovia en algo tan peligroso como si se celebrara en Teherán. El próximo, Bush. ¡Ya queda menos!
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