jueves, julio 16, 2015

Expo Cuarto Milenio (y IV).


Finaliza aquí esta panorámica mostrando, en primer lugar, vestigios del pasado, si bien en algunas partes del globo qué duda cabe de que todavía forman parte de su cultura. Desde nuestras divinidades ibéricas hasta los trajes de chamán de diversas épocas y pueblos. También el chamán-lobo, referencia a uno de los últimos programas de esta temporada y que, por tanto, dudo que llegara a tiempo para la exposición de Madrid. 







La visita concluye, valga la redundancia, con el espacio dedicado a Los visitantes, una sección que desconozco si se mantendrá para la próxima temporada, pero en todo caso parece haber gozado de una notable aceptación. 










Ninguno de ellos demasiado agraciado, cabe decir, pero dejo para el final esta especie de duende maligno, cuya faz me pareció la encarnación de la maldad, tal vez por su semejanza con los diablos clásicos. Por eso hice una foto en primer plano y se la envié a la cuenta de Twitter del programa, por hacer la gracia, no es que sea yo un seguido asiduo de la misma ni mucho menos activo participante de la red social. Parece que gustó. Su creador, el maestro Juan Villa, la puso de favorita, aunque no faltó quien se fue por los cerros de Úbeda contándome películas que poco tenían que ver con mi intención al poner en común esta foto. Así es la procelosa galaxia, en este caso cibernética, en la cual por fortuna no suelo navegar, quizá porque todavía no tengo una gran necesidad de hacerme autobombo. 




¡Esto es todo! Mereció la pena ir, sin duda. El precio algo carillo, al nivel de una exposición sueca, pero, si lo dividimos entre el número de años que llevo siguiendo el programa, no es para tanto. Tras la elevación de ego que supuso asistir a la comisión de seguimiento académico de ayer, supongo que puedo permitirme uno de los escasos caprichos del verano. El mundo del misterio regresará en septiembre. Hasta entonces, lo que no es misterio es que tendré que darle duro a la tesina, como en los viejos tiempos de la carrera cuando no quedaba otra que chapar en agosto. En fin, al menos el agosto asturiano es soportable. 

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