sábado, julio 04, 2015

Siempre nos quedará el cine.

Hace ya casi una década que, como quien se sube a un tren en proceso de descarrilamiento, comencé a trabajar en Blockbuster justo cuando la cadena decidió cerrar sus tiendas europeas. Fue el principio del fin de los videoclubs, un signo de los tiempos antes que de la piratería, aunque hay que reconocer que esto último ha acelerado el proceso. En la época dorada del VHS, el videoclub más mítico de siempre para mí ha sido el Video Exprés. Después de este, el Casablanca, cuyo establecimiento más céntrico cerró hace un par de años. Quedaban otros dos, cosa que yo desconocía, y esta semana se ha anunciado su clausura definitiva, al tiempo que han puesto en liquidación sus productos. 
Yo, en su día, bien utilicé los servicios de este videoclub para proveerme de películas de todos los géneros (sí, de todos), ya fuera en la tienda o en el cajero automático. Confieso que hace ya varios años que lo abandoné y, no obstante, como un carroñero me apresté a recoger los frutos caídos en este desmantelamiento general. Esta semana fui hasta el de Eras, donde adquirí el filme Aimée y Jaguar, en la línea de mi TFM, y el libro A la sombra de Lilith, también aprovechable para mi tesina. Este ensayo, co-escrito por Carmen Posadas, habla de la sumisión de la mujer en el Antiguo Testamento, aparte de otros temas. Es por ello que me quedé estupefacto cuando, en un reportaje sobre el piropo, esta autora se mostraba nostálgica de los exabruptos lanzados por los obreros desde los andamios. Menos mal que el libro me salió por cuatro ñapas, como para darle más. Vaya versatilidad de principios, señora. Por lo que respecta a los comentarios del doctor Cabrera, le aconsejo que se dedique al Retrovisor en Cuarto Milenio. 
Está claro que algunos auteurs gustan de llevar la contraria. Por cierto, aparte del artículo, en el mismo periódico vino un editorial en que se posicionaba a favor del matrimonio igualitario, del que se cumplen diez años. Curioso, porque hace una década no se mostraron tan favorables. Han ganado con el cambio, ¿no? 
Volviendo al tema, ahora el cine se consume de otra manera. Sin ir más lejos, esta semana he comprado un itinerario LGTB en una plataforma digital, compuesto por cinco filmes, y he disfrutado sobre todo del de Larry Clark, que nunca defrauda, para bien o para mal. El cine no va a desaparecer, se adaptará de un modo u otro porque la magia que transmite es necesaria, sobre todo cuando los tiempos se pretenden más prosaicos. Gracias por el servicio, Casablanca (s). En un día como hoy, no olvidaré esos momentos en los que el cine se volvió para mí mucho más que un simple entretenimiento, un medio de desarrollo personal, y ya solo eso es razón de más para que lo haya hecho parte de mi vida. 

1 comentario:

claudine dijo...

Nostálgico recorrido, Tis... me ideintifico totalmente, qué tiempos aquellos de las décadas de 1980 y 1990... y aun la de 2000, aunque ya en declive. Bravo por recordarnoslo :)