jueves, julio 09, 2015

Monstruos, bestiario y efebo.



Ayer fui a ver la exposición de Cuarto Milenio en Gijón, ya que me la había perdido en Madrid. Es una de esas cosas que se hacen una vez en la vida, aunque el itinerario en sí ya lo había mostrado Iker Jiménez en su programa. Hace dos años, cuando fui a Gijón  unos días también en julio, estuve con mi amigo Alejandro en el palacio de Revillagigedo para ver una exposición fotográfica, de cariz bastante diferente a la de ayer. Es un escenario que impresiona, tanto por dentro como por fuera, si bien algunas salas se quedaban un poco pequeñas para la gran cantidad de gente que acudió. Tengo una foto de la cola, aunque no la he colgado aquí. 


Todos los bicharracos y creaciones expuestas también las había visto en el programa, algunas en ediciones muy recientes y que, por tanto, no llegaron a tiempo para la exposición de Madrid en primavera. Aunque, claro, no es lo mismo que contemplarlas en persona y tenerlas al lado. Más acojone hubiera dado de haber estado yo solo en la sala, como cuando visité el Musac la semana pasada, pero eso sí que era una quimera, y no el animal mitológico. Hice unas sesenta fotos, y ningún selfie. Ese es mi souvenir de recuerdo, como sea que pillar un Pazuzu diminuto, poco impresionante, por veinte euros no estaba en la lista. Mi intención es hacer una selección e ir colgando algunas en el blog los próximos días, porque no es cuestión de agobiar poniéndolas todas de golpe como si esto fuera Instagram. 

Ironías del destino, el momento más terrorífico se vivió al salir de la exposición. Tras contemplar el poco agraciado jeto de muchos visitantes y demás bestiario, busqué un poco de belleza tomando algo en una de las terrazas de la plaza. No es sorpresa que en esta estación te ataquen las palomas por ello, ya lo habíamos comprobado en el Cafelito y sitios similares. No obstante, tras contemplar esas terroríficas aves de hace millones de años, y también las no menos horribles que podrían mutar si la humanidad se extinguiera, ese ataque palomil a lo Hitchcock no era plato de buen gusto. Tuve que decirle al chaval que se llevara los panchitos (las patatas no, faltaría más). Y pensar que las palomas eran símbolo de Venus, en fin... La nave del misterio os acompañará en alguna entrada más, con sus muñecos diabólicos, su diosa Lilith y demás amiguitos tenebrosos. ¡A disfrutarlo! 



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