La venganza del padre

Ayer tuve un cierto deja vú, porque me llegó un correo en el cual se me instaba a presentarme mañana en la sede central de la secta, perdón, del Corte, para una entrevista acerca de un puesto de reponedor, lo cual no me parece bajar de categoría, teniendo en cuenta que así al menos no tendría que aguantar a paisanos que menean la cabeza convulsivamente mientras se empeñan en sacar de la tumba a don Ramón Areces. Sin embargo, luego visité el estado de mis candidaturas, y vi que no solo en esa me habían marcado como descartado, en color rojo para subrayarlo, sino también lo habían hecho como vendedor. Roma no paga traidores que dejan el trabajo antes de que termine el contrato. De hecho, hace un año estábamos un montón de tíos allí con las manos en los bolsillos, y ahora han debido recapacitar y no contratan a nadie. Ya se ve, la sombra del padre era protectora pese a todo, pero quise irme a buscar otros progenitores de aspecto más desenfadado y buenrollista, pero que luego te apuñalaban por la espalda con cuentos sobre supervivientes del holocausto y otras mamonadas.

Yo no me arrepiento de haberlo dejado el año pasado. Gracias a ese factor he podido disfrutar de toda clase de experiencias, la mayoría muy constructivas. Pero este año no lo hubiera hecho. Hubiera apostado por la estabilidad, al menos hasta que pudiese avistar una oferta mejor. Empero, siempre nos quedará la hostelería.

Resulta sorprendente que no se pueda encontrar trabajo como guionista. Cualquiera diría que es que sobran. Ya me estoy imaginando reuniones de brainstorming como las de los Simpson para elegir el mejor chiste para cosas como Atasco en la nacional, OFNI o la última del Alejo. Realmente, tenemos lo que nos merecemos. Y los yanquis no se libran, desde luego. He estado viendo las terceras partes de dos sagas taquilleras, que tienen ambas guiones lamentables, pésimos. Lo de Spiderman llega a extremos ridículos, pero no tanto como lo de Shrek, eso sí que tiene delito, es que parece que lo han hecho con un procesador de textos de manera automática, es plano como una lápida. Mientras la gente siga picando, para qué estrujarse las neuronas. Y muchos de los que vean esos engendros serán de los que luego vengan a arremeter contra Vagos y Maleantes, malditos hipócritas...

En fin. No merece la pena cabrearse. Ya me gustaría poder decir que me he equivocado de profesión pero, como sucede en otros ámbitos, fue la profesión la que me eligió a mí.