martes, agosto 19, 2008

Financiando el cubo.


Dado que ayer no fue un día muy glorioso, en el que mis planes se iban viniendo abajo uno tras otro y en ocasiones de manera irritante, nos centraremos en el domingo. Esa sí que fue una jornada netamente madrileña.

Y clásica. El típico domingo resacoso con Oli, en el que ir al Museo del Prado para al final quedarse a las puertas. Pero esa vez hubo cambios. Porque la resaca brillaba por su ausencia, y sí que entramos a la pinacoteca. Como suele suceder cada puente de agosto, estaba hasta atrás. Nuestra única intención era visitar la ampliación, pero quedamos algo defraudados. La mayor parte de la misma se concentra en el cubo que han puesto en el monasterio de los Jerónimos. Como edificio está bien, pero la calidad de las obras dentro... La exposición más interesante era de pago, claro. Luego había un tío que tiraba cubos de pintura sobre sus cuadros, en plan MUSAC, y también un par de grandes lienzos sobre batallas. Pero nada espectacular. Lo mejor era el claustro del monasterio, con las esculturas de Carlos V y su familia por los Leoni (¿nuestros equivalentes italianos?)

Pero si hay una cosa digna de ser expuesta en un museo, esa es el tiquet de la cafetería. No teníamos muchas ganas de patear el saturado museo, por eso vimos un poco de Goya y algo más, para luego recalar en el nuevo Café Prado, mucho menos cutre que el anterior. Pero todo se paga, claro, y lo deben estar financiando con los bocadillos. Aunque yo tenía hambre, decidí seguir la dieta del Wii Fit y no probar bocado. Oli se pidió una pulguita de queso, no se la puede llamar de otra manera, y le cascaron ¡cuatro con cincuenta! Por Libia, si eso es lo que me cuesta el menú en la universidad. Mucho más razonable fue el precio de las cañas que nos tomamos luego en una terraza de la céntrica plaza de Santa Ana.

Ayer, por la mañana sí que aproveché el tiempo. Pero era curioso. Sitio al que iba, sitio que estaba cerrado. El Super Sol, por ejemplo. Recalé en un Eroski que, por mucho Barrio de Salamanca que fuera, era mucho más cutre que el que tenemos en Ordoño II. Por la tarde sí que me iba a bajar al centro, pero al final no lo hice por lo que pretendo hacerlo ahora, sin más dilación. El problema de este piso, aunque ya lo imaginaba, es que me cuesta escribir. No tengo el mobiliario adecuado, ahora mismo estoy sentado en una fucking mesita de poner los pies encima. Por ello, mejor será pasar estos días solito y a mi bola para luego volver allá a meter caña a ambas novelas.

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