viernes, noviembre 21, 2008

¡Madre mía!


Comentaba ayer que en clase estábamos analizando la Poética de Aristóteles, aplicada al argumento de Edipo Rey. Para el sabio, la poesía, y bajo este término se engloban todos los géneros literarios, tenía que ser forzosamente verosímil, aún cuando aparecieran dioses y temas míticos. Pues bien, me hubiera gustado saber qué pensaría el estagirita al ver esta película ambientada en la Grecia en que vivió; realista, pero con un argumento imposible por los cuatro costados.

Pero, ¡es un musical! La sinopsis es lo de menos. A lo largo de la historia del cine, ha habido filmes de este estilo con guiones más o menos consistentes, pero en este caso me parece más bien la excusa para engarzar canciones de un grupo archifamoso, que aquí es ABBA. A mí me ha gustado en general; ahora bien, hay que entrar a trapo en el juego que propone, y este es hortera a dolor. Es ideal para aquellas personas que no van al cine para sufrir. Cuando acaba la película, todos los personajes son tan felices que casi uno tiene que pedir perdón por no serlo. Requeriría un público cómplice, que incluso se levantara de la butaca en los momentos clave para bailar y cantar. No en vano, creo que ahora en Madrid la han reestrenado con versión karaoke. Ja, ja. Ya me imagino una sesión golfa a lo Rocky Horror Picture Show.

La película no es una tragedia griega, desde luego. Más bien una comedia de enredo, con algunos leit-motivs de culebrón. Tiene hasta su propio coro, que en este caso se forma de campesinos, viejas de anuncio de yogur y alguna que otra cabra. El paisaje desde luego es precioso, así como en general todos los aspectos técnicos: fotografía, vestuario, las coreografías y por supuesto la música. Otro aliciente es ver cómo han escogido a actores, en teoría, serios para que se desmelenen y nos salpiquen desde la pantalla con ríos de lentejuelas. A este respecto recomiendo que os quedéis hasta los créditos finales, merece la pena: allí veréis al antiguo 007, prototipo de la masculinidad más rancia, embutido en un traje que da sonrojo verlo. Y todos bajo el delirio final de la inevitable Waterloo, esa canción que fue escogida la mejor de cuantas habían pasado por Eurovisión. (Ese festival ha caído, aún más, en desgracia para mí desde que supe que Los trenes de Tozeur de Franco Batiatto se había ido de vacío)

Al final se pone en solfa hasta al propio Olimpo, y no diré a qué me recuerda esa explosión de la fuente de Afrodita para que no se me tache de obsceno. Yo recomiendo esta peli como divertimento sin complejos y, si además os gusta ABBA, pues tanto mejor. A mí sí y, a falta de haber visto el musical de Mecano, espero que dentro de un par de décadas (si es que no siguen en activo) hagan uno sobre la Oreja. Aunque, ¿qué sería más interesante? ¿Uno sobre la historia del propio grupo, o una narración ajena ambientada con sus canciones, como esta? Voto por lo primero, ja, ja.

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