domingo, febrero 15, 2009

Granjero busca esposa.



Dije a mis compañeros de clase que tenía que escribir un post sobre esto, y así lo cumplo. En clase precisamente, este año hemos estudiado la poesía pastoril y bucólica, que tiene como antecedente a Virgilio y como nuestro más destacado representante a Garcilaso de la Vega con sus églogas. A diferencia de la tradición castellana, los pastores del Renacimiento son refinados, en realidad no apacentan el ganado sino que este parece apacentarse solo. Tienen cuitas de amor, y se pasan el tiempo lamentándose y cantando. Por un momento llegué a pensar que los protagonistas de Granjero busca esposa pudieran parecerse un poco a estos tipos, pero ya veo que no; ni siquiera a Miguel Hernández, nuestro poeta cabrero y autodidacta.


Más que sufrir por amor, les toca hacer sufrir porque tienen que decidirse por una de las dos mozas asignadas. Lo cierto es que, al margen de que como casi todo en televisión esto se basa en un formato ya inventado, los triángulos amorosos siempre funcionan, al margen de la naturaleza de sus componentes. Lo cierto es que el nombre del espacio podría variar en ocasiones: Granjero busca logopeda o filólogo, dados los problemas de vocalización y ortografía - cocreta - de algunos de estos modernos Salicios y Nemorosos; Granjero busca psiquiatra, por ese vasco de pura raza que parece estar todo el día enfadado, como en su día Xavier Arzallus. ¿Le veremos tierno alguna vez? Y, ¿por qué no Granjero busca esposo? A fin de cuentas, estos de la Cuatro mandaron nada menos que a la homófoba Rusia a una pareja de locazas en Pekín Exprés, ¿por qué no hacer un remedo de Brokeback Mountain? (por cierto, esta la echan esta noche en la Uno, y sin censura, no como en Italia)


Yo siempre he creído en los triángulos, aunque pueden ser peligrosos. Ahora mismo creo estar dentro de uno, no del mismo estilo que los que refleja el programa anterior, pero que a veces me estimula y otras me desespera, me sume en una especie de esquizofrenia amorosa. Supongo que se deberá a mi propia naturaleza, en fin. No está el día para divagar, lo dejaremos para otro día.


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