domingo, febrero 01, 2009

Vulgaridades varias.


Febrero comienza con la misma tónica que diciembre y enero: nevando. No tanto, eso sí, como para que haya la posibilidad de que suspendan el examen de mañana, de Latín Vulgar, cuya nota espero que no sea tan vulgar como la primera. Ya tendría huevos. A fin de cuentas, estudiar aquí poco vale; tras año y medio de cursar ese lenguaje muerto, o se sabe traducir o no se sabe. Algo revisaré, no obstante, mientras se celebra la gala de los Goya.

Respecto a esta última, debo decir que sus referentes son demasiado televisivos para mí. No conozco a la presentadora porque no he visto ni un solo capítulo de Aída. Tampoco he visto, a riesgo de no entender extrañas expresiones que a veces utiliza la gente, ni una entrega de La hora chanante ni Muchachada Nui, ni ningún vídeo en Youtube relacionado con lo mismo. Aunque parezca soberbio, reconozco que los únicos vídeos que veía allí eran los de Vagos y Maleantes, antes de que distintas fuerzas de presión nos forzaran a cargarnos la mitad. Hay una cosa, eso sí, que no me creo, y es la previsión de que la gala dure 135 minutos. No way. Desde la glamourosa estrella hasta el friki director de cortos, todo el mundo tiende a acordarse hasta del peluquero y, cómo no, aprovecha para lucirse lanzando sus proclamas o pidiendo la disolución de la Conferencia Episcopal (deseo tan esperanzador como inútil) Si alguna vez ganara un Goya o cualquier otro premio, desde aquí expreso mi intención de no caer en los mismos defectos que ahora critico. Basta con un agradecimiento de un par de minutos, habida cuenta de que nunca vas a acordarte de todos. Y, por suerte, ese lapsus se lo puedes atribuir a los nervios o a que se te olvidó la chuleta... Agradeciendo tampoco se debe ser vulgar. Mañana podremos valorar un poco la entrega de premios.

Y para vulgaridad final, y muy grande, la película que vi ayer, Australia. Suerte que yo siempre me descojone de esas listas para elegir al Hombre o la Mujer más Sexy del Mundo, que si no... Al margen de las tres o cuatro películas que quisieron comprimir en una, lo que más estupefacto me dejó fue ese chamán aborigen que aparece de vez en cuando, con un taparrabos por delante pero el culo el aire, como un deus ex machina cuya función es solucionar la papeleta a los personajes a lo largo de toda la trama. Y siempre aparece a la pata coja, o en lo alto de una colina, un edificio... No fue descabellado ese crítico que lo comparó con el mono de El rey león.

En fin. Hoy ya me pondré a hacer cosas de provecho para compensar el larguísimo tiempo que me hizo perder semejante monumento al kistch...

No hay comentarios: