miércoles, febrero 04, 2009

Return to Madrid.

Me las piro, por mucha agua que caiga voy en tren y no debo temer a los embotellamientos. Volveré por este blog un día de estos, aunque los locutorios no es que sean lugares que inspiren mucho. En Madrid hay bastantes sitios con wifi, pero voy a dejar a este portátil aquí tranquilo. Más de cuatro años ya es mucho para un trasto de estos, quiero que descanse de mí y yo también descansar de él. Volveré a mis cuadernos y libretas auxiliares, todo bajo la égida de las teorías aristotélicas que debo chaparme allí.
Para acabar con una nota curiosa, debo decir que no he entendido muy bien la rocambolesca historia del Goya desaparecido. Confieso que no la leí por completo, a fin de cuentas eso hubiera sido dar la razón al chorizo, que lo que quería era salir en los medios como fuera. Pues hombre, vaya gracia. Se lo podía haber quitado a Javier Fesser, que tenía dos, o a Penélope Cruz, a quien los premios le salen por las orejas. Pero no, se lo afanó a un pobre diablo director de cortos documentales que igual ya no tiene oportunidad de ganarlo otra vez. Y que debe ser un poco pardillo para dejar el premio por ahí como quien deja una cazadora de segunda mano. Suerte que se lo han devuelto...
El hurtador se define como crítico de cine en paro (¡pues vaya definición! eso podría serlo yo también) que quiere llamar la atención sobre el nepotismo y otros vicios que afectan a la concesión de estos galardones. Su acción es innecesaria: ya lo sabíamos. Si no le gusta, que no vea la gala, como hice yo. Esto confirma que en el mundo del cine patrio hay mucho frustrado, mucha gente con ganas de dar la nota de cualquier modo y, como en todo lo demás, mucho envidioso. Supongo que el alcohol también habrá influido en su heroica acción. De esto deduzco que, si alguna vez llego a ganar un Goya, no pienso dejarlo ni aunque me ponga como una cuba. Y si no que les pongan GPS...

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