jueves, febrero 12, 2009

Película militante... y terapéutica.


¿Cómo sabéis si la Tierra no es el infierno de otro planeta?


Aldous Huxley


Cierto. No puedo sino afirmar lo mismo que el autor de Un mundo feliz, novela a revisitar. Y más después de ver Mi nombre es Harvey Milk. Después del cine, me desplacé atontado, casi por inercia, hasta Plaza de Castilla para la ver la exposición sobre Star Wars en la Fundación Canal con Oli y Sandra. El contraste no pudo ser mayor: yo no soy de llorar. Muy jodido tiene que ser el asunto para que se me escapen las lágrimas; sin embargo, el desenlace de la película no por previsto me evitó un nudo en la garganta que me duraría un rato considerable. No obstante, una hora después de eso me encontraría aplaudiendo un espectáculo en el que varios niñines combatían contra Darth Vader con espadas de plástico.

¿Frivolidad? Es posible. No obstante, guarda su relación. Entre todos los planetas que se veían reflejados en dicha exposición, imaginemos uno en el que Milk no tendría por qué haber sido asesinado, uno en el que no existan las religiones ni los nacionalismos... En ese caso, la Tierra bien podría ser el infierno de aquel. Aunque, como dice otra infernal frase, muchas veces el infierno son los otros. En la película el dicho se cumple en ese adolescente de pueblo que, aunque no puede utilizar sus piernas para escapar, al final escapa. Una secuencia emocionante, no se si tendría base verídica.

Al irla a ver en el cine y no tener las distracciones que puedo tener en este cuarto, la película me llegó bastante más. Eso sí, ya lo dijo un amigo el sábado. Para algunos será ún buen filme, o un gran filme. Pero para quienes sienten y se dedican a lo mismo que Harvey Milk, el entusiasmo llegará a calificarla de obra maestra. ¿Lo es? Pues no se. Es una película militante, y a mucha honra. Era necesario que así fuese. Tampoco la veo como hagiografía. Describe algunos defectos del movimiento gay, como una misoginia bastante parecida a la de algunos heterosexuales (y no se dice ni una sola palabra sobre bisexualidad) El personaje de Milk, como nos sucede a todos al margen de nuestra orientación, tiene contradicciones: la escena que más recuerdo es esa en la que pretende, en directo, sacar a uno de sus conmilitantes del armario y luego su ex-novio le recuerda que a él mismo le costó lo suyo aceptar su realidad y sacar a sus amantes a la luz. Pero yo siempre he pensado que los valores artísticos de una película son independientes de su intención. Puedes admirarte de El triunfo de la voluntad como obra fílmica sin por ello compartir su discurso pro-nazi.

Y el cine como medicina es algo probado, y real: ver esa película, además en una sala medio vacía en la que los pocos espectadores guardaban un comportamiento sin tacha, me motivó, me reclutó, como el emblema del personaje: Mi nombre es Harvey Milk y estoy aquí para reclutaros. Y me hizo pensar, mucho, pero no de forma impulsiva. Por ello, tendré que verla más veces aunque sea en versión doblada. Por suerte mucho ha cambiado desde esa época, pero aún continúa la batalla de la que él fue uno de los mártires más destacados. A mí no me gustan las batallas, pero sí la estrategia...

2 comentarios:

Hopewell dijo...

Aún no la he visto...
Pero sí me he leído "Un mundo feliz" de Aldous, libro que cogí con ganas por todas las referencias a él que hay en tantos y tantos sitios, y no sé si fue la prosa de principios de siglo o qué, pero me pareció un poco tostón, jajaja.

Luis dijo...

Sí, yo lo leí cuando era demasiado tierno, supongo... Je, je. Ahora que en teoría he madurado tendré que releerlo.