viernes, mayo 22, 2009

De ancianos y niños. (I)


El encabezamiento es un poco enigmático, como la adivinanza de la Esfinge a Edipo. Lo cierto es que me refiero a dos buenas películas de cine europeo independiente que he visto estos días, y en las cuales hay un arco de edad que abarca desde el rubito y sonrosado niño sueco hasta el canoso y arrugado anciano germano.

Comencemos por la senectud. En el séptimo cielo es un filme atípico. No es que sea el primero que hable de amores otoñales, pero yo nunca había visto uno tan explícito a este respecto. Sobre todo durante la primera media hora, en la que el triángulo protagonista se pasea en pelotas venga a cuento o no, como si nos halláramos ante una versión madura de Mentiras y Gordas. Alabo la valentía del director, que no ha querido dejarse llevar por la dictadura de la estética. Habla de sexo en la tercera edad, y lo hace sin tapujos. ¿Por qué no? Al margen de la crisis y otras catástrofes, el caso es que cada vez vivimos más y mejor, y las perspectivas que se presentan ante un anciano no tienen por qué limitarse al amodorramiento en el sofá viendo Saber vivir. Ya me gustaría a mí llegar a esa edad ya no solo con la actividad sexual que mantienen, sino con la lucidez que conservan.

Por supuesto que no es una película que yo recomendase a cualquiera. Como diríamos en Inglés: Only open-minded people, please. De otro modo: gerontófobos abstenerse (si es que existe esa palabra) Lo bueno de verla solo es que me he librado de las previsibles risitas nerviosas de los espectadores, sobre todo de aquellos con edad de ser los hijos de los protagonistas. Pero para esto sirve el cine, para reflejar todo tipo de realidades. Y además lo hace de forma positiva, vitalista. Como la anterior Corazones rebeldes, es un canto a la vida aunque, al ser un drama, como tal termine. Me pregunto si habrá tenido éxito en esas sesiones de Mayores de Cine que organiza Esperanza Aguirre en Madrid. Quizá, tras verla, algunos provectos recuperen la libido perdida y la imiten (no necesariamente en cuanto a la infidelidad...) Bueno, hay un aspecto innegable: Europa está envejeciendo, aunque me de la impresión de cada vez ver más carritos con bebés por la calle. La oferta de cine no puede reducirse solo a mamarrachadas para adolescentes, pues; y, en cuanto a la oferta madura, tampoco creo que tenga que ser todo dramas de época y películas de Garci. Hacen falta también pequeñas películas valientes como esta, que demuestren que el amor dura hasta la sepultura; y el sexo también, Viagra mediante.

Hay algo, eso sí, en lo que no admite comparación con Mentiras y gordas. De esta película hablo de oídas, porque aún no la he visto, pero me han dicho que hay relaciones entre personas del mismo sexo. A tanto no llega la audacia de esta película, pero desde aquí propongo una sinopsis: amor homoerótico en una residencia de las Hermanitas de la Caridad...

Bueno, mañana hablaré de otra historia, de infantes, que me gustó bastante más y sin rubor creo poder considerarla obra maestra: Déjame entrar. Prefiero cortar aquí porque me requiere otro anciano, este de amores platónicos y sin gota de lucidez salvo en su propia fantasía: Don Quijote.

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