miércoles, mayo 13, 2009

De absentismos.

Aunque menos virulenta que la de Navidad, esta fiebre es persistente y, fluctuando como un Guadiana, me ha acompañado hasta el mismo día de hoy. Confiemos en que la segunda visita al médico, más agradable que la primera y en la que infancia y senectud eran extremos que se tocaban, sirva para desterrarla al menos hasta el advenimiento de la holganza veraniega.
Me acompañó también en al menos uno de los dos exámenes, y es algo en lo que no recuerdo muchos precedentes. Sobre todo porque era el peor examen que hemos tenido este curso. El pequeño creo haberlo aprobado, pero el de ayer ya era una odisea que abordé bastante bien para mi estado. Los pocos candidatos a superarla nos sentamos en mesas de becarios, sin ninguna vigilancia. Lo mismo podíamos haber sacado la petaca de whisky que copiar con libertad, tal fue la fe que nos dispensó el profesor. Conmigo no era necesaria, y creo que con el resto tampoco. Yo copié en Matemáticas porque me fueron impuestas y desde siempre supe que no eran mi vocación, tan solo un obstáculo; pero esta carrera me gusta y la he elegido tanto por placer como mirando al futuro. Absurdo resulta copiar cuando venimos a aprender... No saqué nada más que el termómetro, eso sí.
La corrección de un examen rara vez es objetiva, por ello la temo después del toque de atención que ese mismo profesor nos dio esta mañana. Y era con motivo de la asistencia a clase. Yo, cierto es, poco he faltado para lo que llevo encima. Podría, quizá debía, haberme quedado esta semana en casa, pasando de exámenes y de lo demás, por ver si esta infección iba remitiendo, pero no lo hice. En parte porque he comprobado que en ciertas asignaturas de esta carrera se da una importancia a la asistencia mayor que en el propio colegio. Y no me estoy refiriendo solo a las experimentales del Plan Bolonia, aunque estas también te pueden mandar a casa con la excusa de ser una clase no presencial. Del resto también hay algunas en las que pasan lista, e incluso en las que no pasan muchas veces ese factor es tenido en cuenta a la hora de poner la nota. A mí en ocasiones me ha beneficiado, no lo negaré, aunque en general me parece impropio de esta institución. Debería puntuarse tan solo por el conocimiento.
Cuando una asignatura es más compleja, como la de ayer, un método de asegurarse el aprobado puede ser la asistencia y hacer los deberes, por así llamarlo. En el caso contrario, en una asignatura fácil quizá no puedas aspirar a la Matrícula porque faltaste algunos días, por motivos a veces justificables, a veces no. Porque los profesores muchas veces meten en el mismo saco a todos: a los que no acuden por enfermedad, a los aquejados de simple vagancia o quienes realizan un viaje cuya ocasión no pueden perder, como el mío de Estocolmo. El problema no es la falta de asistencia, creo yo, sino la falta de matriculados. En una clase de ciento treinta alumnos, ¿a quién le va a importar que falten veinticinco? Pero comprendo que en la nuestra, la perspectiva de dar clase a tres puede ser poco esperanzadora. Aunque también hay quien lo hace sin inmutarse...
Yo creo que el ir a clase no es una obligación. Es un derecho, porque nosotros hemos pagado créditos para asistir. Y también puede ser, por qué no, un placer, porque nosotros hemos escogido con plena libertad (al menos yo) esta carrera, y espero que todos lo hayamos hecho por el deseo de ampliar nuestro conocimiento en materias que nos gustan. Que todas las asignaturas no nos van a gustar por igual, eso está claro. Aún no hay carreras a la carta, y muchas veces el hecho de que te guste o no una materia depende de cómo sea impartida.
Por cierto, muchas veces los profesores también hacen absentismo sin devolvernos las horas por las que hemos pagado, así que el problema no siempre está en el mismo lado. En fin, mañana y pasado me personaré en las pocas horas que me quedan, y ya el fin de semana se podrá descansar sin el peso de unos exámenes para los que aún falta un mes.

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