miércoles, agosto 12, 2009

El botellón de Trimalción.


¡Cuán pican esos malditos!
¡Mas que mal rayo me parta
si en acabando esta entrada
no pagan caros sus picos!


Mis disculpas por la deformación del Don Juan Tenorio, pero hoy tenemos obras en el piso de arriba y me doy cuenta de varias cosas:

- Los escritores deberían vivir, por lo general, en buhardillas o áticos.

- He visto el trajín de los obreros y comprobado que ni los músculos ni el sudor masculino pueden ser aspectos que logren despertar mis fantasías.

- Pese a mis estudios de Fonética, sigo siendo gran desconocedor del sonido. No entiendo por qué, si los martillazos se dan en la otra punta de la casa, tienen que sonar como si estuvieran justo encima.


Hecha esta digresión, añado que ni siquiera con ese boicot me despojarán de los placeres de la lectura y la escritura. Aunque para crimen, supongo que sabréis que hace unos días un humanoide entró en el local de un colectivo LGTB de Tel Aviv y se cargó a dos chicos, hiriendo a otros tantos. Yo tengo la pena apropiada para semejante demente. A perpetuidad, y cada día haciendo que escuche algunos de los fragmentos más homoeróticos de la novela que estoy leyendo, El Satiricón, de Petronio.

Los libros hay que entenderlos en su contexto, claro está. No se cuánto habrá aquí de sátira y cuánto de realidad, porque si el decadente Imperio Romano se ajustara siempre a esta descripción habría que afirmar: ¡Están salidos estos romanos! Ningún castigo mejor para un homófobo que las continuas luchas entre los protagonistas, Encolpio y Ascilto, por el amor del niño Gitón (niño de 16 años, según la expresión popularizada, nunca mejor dicho, por Mariano Rajoy) Y qué decir de la hipocresía del poeta Eumolpo, quejándose de que hayan olvidado las artes de los griegos y solo se ocupen del vicio y la prostitución, cuando acaba de confesar que dio por el culo al hijo de su casero por el módico precio de un par de palomas y un gallo.

Han tenido que pasar muchos siglos y prejuicios judeocristianos para que en Estados Unidos se armara un escándalo por otra novela, El lector, por la relación entre una mujer de treinta y tantos y un chaval de quince. Claro que eso no impidió que en la adaptación Kate Winslet se llevara el Oscar, pero si la relación llega a ser homo en vez de hetero no se si se habría acariciado la estatuilla... Fellini hizo un Satiricón que no he visto (aunque estoy deseando hacerlo), si bien el material me parecía más apropiado para el otro director acabado en -ini (hay muchos, pero se acierta por el contexto)

Mi interés por este libro viene de las clases de Latín Vulgar impartidas por el doctor Casquero, cuatro meses que se hicieron muy cortos. Allí se pasaron por alto los episodios más XXX, no por pudor sino en favor del mejor fragmento de la novela, el del banquete de Trimalción. Ocupa como un cuarto del libro, y podría ser considerado una obrita aparte por su unidad y una calidad bastante superior al resto, si bien aún no he acabado de leerlo. Para haceros a la idea, imaginad estas fiestas de Marbella con tipos cuya fortuna solo es superada por su zafiedad, que han salido de la nada al igual que Trimalción salió de la esclavitud, y se permiten meter champán de cifras astronómicas en pistolas de agua para luego rociarse con él. En un remake actual, El Pocero podría hacer de Trimalción, un símbolo decadente de un modo de vida que se hunde, el de la burbuja inmobiliaria, y que demuestra que no todo puede ser comprado por el dinero.

Los que hoy en día estudiamos El Satiricón no podemos permitirnos tales dispendios, si acaso algún botellón más humilde pero no menos decadente, como el que inspiró la obra de teatro que ahora estoy armando, Esperando a Follot. Mañana seguramente retome el tema de esta, en relación con el libro, y además aprovecharé para colgar un enlace a Pigmalión, donde ya podéis degustar el último capítulo antes de unas merecidas vacaciones.


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