viernes, agosto 07, 2009

Pereza.


De entre todos los, por así llamarlos, vicios que he experimentado, ninguno me resulta tan irresistible como la pereza. Al igual que el pecado original, parece que desde nuestro nacimiento se nos ha grabado en la frente el espíritu del trabajo, como si fuera una maldición bíblica: Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Pero no creo que la pereza sea un pecado, ni tampoco un defecto equiparable a la ira, la envidia o la soberbia. Es un placer, un lujo que no todos pueden permitirse.

Lo que más me gusta del verano es el poder experimentarla con tanta libertad. La sensación de que no hay nada que hacer y no tienes por qué sentirte culpable por ello; la sensación de que el tiempo parezca detenerse, de que puedes dar cuantas vueltas quieras más en la cama. Se acusa mucho a los estudiantes de refocilarse en la pereza, pero no es tan bonito como parece. Depende de la estrategia. De manera incomprensible para mí, hay quienes prefieren hincar los codos bajo este calor insoportable; yo, no, y además gracias a ello marcharé a Madrid a finales de este mes y comienzos del siguiente. Aunque ahora pueda vaguear, durante el curso he tenido que esforzarme incluso en días en los que los propios trabajadores libran, muchos sábados, domingos y fiestas de guardar. Y es mentira que vaguee a la manera de un Homer Simpson, ya que es él quien me viene a la mente (gracias a la Guía para la vida de Bart Simpson, un libro que os recomiendo para reventar a carcajadas) A mí los placeres me gusta degustarlos en pequeñas redomas, e incluso en un mes tan bobo como este de agosto (¿puede haber otro más?) me estoy dedicando a escribir todos los días, unos más y otros menos, tengo recados mil e incluso ayer me atreví a hacer limpia del Fucking Cajón, un desastre de guarida en la que se amontonaban apuntes de Filología, cientos de hojas de escritos, Moleskines y otros aperos. ¡No fue tarea fácil!

Así pues, la vagancia es un derecho cuando has sabido ganártela, y cada cual sepa cómo administrarla. Yo, habiendo visto que he escrito cosas que no sabía que hubiera escrito, tampoco puedo considerarme un adalid de la pereza, como pudiera parecer por esta entrada. Pero para mí escribir no es un trabajo, por eso mi máxima aspiración sería que me pagasen por escribir. Entonces no podría verme como un trabajador, no al menos a la manera de una Corín Tellado... Mejor una obra breve pero bien inspirada que no decenas de mamotretos que vayan a engrosar las tablas de la Cuesta Moyano, ¿no creéis? Bueno, hay una excepción, que sería escribir por encargo, pero aún así mejor es prostituir a las musas antes que prostituir tu dignidad en cualquier curro de medio pelo...

No hay comentarios: