miércoles, agosto 26, 2009

Desayuno con cucarachas.

Ayer se cumplieron 25 años de la muerte de uno de mis escritores favoritos, Truman Capote. Ese sí que fue un genio, de hecho dijo que a quien Dios otorga un don también le da un látigo para flagelarse. Por eso yo me alegro de no considerarme un genio, y en cambio sí aprender de los grandes.
Las cucarachas de mi casa se están volviendo unas sibaritas. Ayer fui a coger el paquete de espaguetis, que llevaba allí desde febrero, y resulta que lo habían estado royendo, dándose un festín, y salieron aullando como demonios. Estoy dispuesto a darles ese último manjar ya que, por lo demás, voy a ser peor que Calígula para ellas.
Mucho podría escribirse pero como sabréis estoy en un locutorio y el tiempo corre parejo a las ganas que tengo de subir al centro y darme un rule, que no he venido aquí tan solo a dirimir la soberanía del hogar con esos bichejos. Así pues, cuando esté más adelantado en mis vacaciones ya haré algún texto más prolijo. Seguiré viviendo estas extrañas experiencias que, en un escritor dotado de una cierta inspiración divina como Capote, seguro que hubieran devenido en grandiosos cuentos.

No hay comentarios: