jueves, septiembre 10, 2009

Inestable.


Entre la inestabilidad física y la mental, me quedo con la física, aunque ninguna me produce temor si su proporción moderada permite controlarla. Tengo dos básculas parlanchinas; una anciana, que suele decirme el peso que le sale de las baterías, y otra es la de la Wii Fit, que tiene unas ínfulas que jamás hubiera albergado la vieja Super Nintendo, que en su gloria esté.

Por medio de un par de jueguecitos chorras, ha llegado a la rápida conclusión de que me suelo tropezar por la calle, cosa que no hago a menos que lleve sandalias, y que tengo la edad física de un cuarentón. Bueno, no está mal. Aún recuerdo cuando su hermana menor puso mi agilidad mental en los ochenta tacos, pero ninguno de estos veredictos se puede tomar en serio, al menos en un primer momento. Aunque me tilde de inestable lo cierto es que en el juego de la cuerda floja suelo ser bueno, así que puede decirse que en el mundo de la Wii... todo es relativo. Nada de esto pasaba con la Super Nes, ahí solo había juegos de entretenimiento como el Super Mario y demás. Lo cierto es que en la Wii también está Mario y otros juegos de mera diversión, pero yo he preferido este potro de tortura más semejante a Terminator. Pero no me importa, además la báscula siempre está a mis pies (obviamente) y por ello ya puede irritarme con sus chirriditos que yo mantengo el orgullo bien alto y el centro de gravedad cada vez más centrado.

Si la Wii Fit me recuerda a mi prima Car y a Carli, el Wii Sports me recuerda de forma inevitable a cierta noche con Hopewell y Nacho. Ya que en Pozuelo se ha impuesto la Ley Seca durante las fiestas, yo la impondría a la hora de jugar a la Wii, para evitar desperfectos. Y hoy he comprobado cómo el béisbol es un juego absolutamente incomprensible para mí, y no importa que nos machaquen con tantas películas o series como quieran, pese a ello he ganado dos partidas. Se ve que el juego está pensado para el público americano, porque el bowling es otra opción, hasta ahora la que mejor se me da.

Volviendo al Wii Fit, es curioso que me tilden de experto en el footing, algo de lo que no podría presumir a orillas del río. ¡No hay que ser pacatos respecto a las nuevas tecnologías! Para tener una clase de yoga es mejor pagarla, dirán los puristas, pero me sale más barato que me la de mi aséptica entrenadora personal, y por ahora no puede tener muchas quejas de mí. En fin. Veremos qué depara esta cosa, pero seguro que algo bueno, nada se pierde por echar treinta minutitos a la hucha de cerdo cada día, al menos los días que me encuentre aquí.

Lo cierto es que yo nunca estuve en contra de hacer deporte, pero no han sido buenas las circunstancias como para motivarme a ello salvo en casos contados. Prefiero este modo, primero porque no es algo obligado como lo era en el colegio; segundo, porque no hace nota media junto a otras asignaturas inútiles para mí como Religión o Matemáticas (aunque en Religión era bueno, doy fe); tercero, no tengo nadie con quien compararme ni nadie que me de la brasa y los únicos comentarios que recibo son de monigotes virtuales cuya opinión no tengo en mucha importancia. Y así da gusto.

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