lunes, septiembre 21, 2009

Otra de cine español.


Ayer vi al fin Los abrazos rotos, y me recordó bastante a otro filme de Almodóvar, de peor calidad: La mala educación. Ambos beben del cine negro clásico, más el último que el primero, y tienden a embrollarse en la parte final, hasta extremos casi incomprensibles.

Respecto a Los abrazos, la gran olvidada en la carrera por los Oscar (aunque su director ya tiene dos, cosa que pocos o ningún español pueden decir), considero que empieza y acaba con gran barullo. Al principio hay un juego de saltos temporales que tarda en enfocarse, pero la parte central es la que da peso a la película, la historia de amor fou (¿se dice así?) en la que puede lucirse Penélope Cruz, siempre bien resguardada, y que contiene secuencias de gran poder y que ya han sido reseñadas, como en la que se dobla sus propios labios. Cuando esa historia acaba, y ya solo queda unir los retales que le den congruencia, parece que la media hora final va cuesta abajo, para acabar en una secuencia cómica que no pega mucho con lo anterior. Ya que en el blog de Pigmalión se ha hablado tanto sobre el ritmo, no estaría mal que Almodóvar lo tuviera en cuenta; si lo que quería era hacer un thriller, su clímax es bastante absurdo y eso Hitchcock nunca lo hubiese consentido, a quien homenajea (o plagia) en la secuencia de las escaleras de Vértigo. Parece que parte de la mente del manchego quiere volver a sus comedias alocadas y quizá así lo haga, pero lo del final me parece un pegote, y la concejala de Asuntos Sociales es una burla fácil que mejor la hubiese dejado como cortometraje.

El apartado actoral es muy bueno y quizá se vea algo lastrado en los secundarios jóvenes. La película contiene cameos de dos tipos: por un lado las caras clásicas del universo almodovariano (Chus Lampreave, Rossy de Palma, Kiti Mánver...); por el otro, hay caras jóvenes y más televisivas, sin duda ansiando trabajar con el cineasta aunque sea en un papel de mero relleno, como Kira Miró (con un nuevo destete), Dani Martín (haciendo menos que nada) o, de nuevo, Alejo Sauras (y de nuevo como toxicómano descerebrado) ¡Todos al borde del ridículo gracias al embrujo de nuestro director más internacional!

Quiero hacer capítulo aparte con el personaje de Rubén Ochandiano, otro canterano de Al salir de clase, que me ha dejado estupefacto, propiciándome las mayores carcajadas del visionado. Cuando hace de joven lleva la misma peluca, o parecida, de Javier Bardem en No es país para viejos, y aunque no mate a nadie es como un psicópata obsesivo que graba todo en su videocámara. La diferencia, eso sí, es que tiene más pluma que un palomo cojo. Luego, cuando es mayor y se hace llamar Ray X (¡), la pierde de repente. Está claro que es más fácil para alguien que no tiene pluma fingirla, antes que para uno que tiene perderla. En fin, una más de las excentricidades de Almodóvar quien, queriendo dibujarlo en plan serio, consigue que me haga más gracia que las caricaturas de Chicas y maletas.

Pues nada, habrá que ver qué depara el próximo escalón en su carrera, bastante desigual pero, le pese a quien le pese, una de las de más proyección de nuestro cine. Creo que, al igual que el personaje de Lluís Homar, el tener al lado a un guionista joven y de ideas frescas tal vez podría quitarle un poco el anquilosamiento. Eso sí, recuerdo una vez en Madrid que mandé una remesa de guiones a productoras, y El Deseo fue la única que me devolvió uno con una nota de agradecimiento. Yo también agradezco la cortesía que tuvieron los hermanos Almodóvar con mi aún muy verde obra...

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