sábado, noviembre 28, 2009

Érase una vez en el III Reich.


Pese a que tengo un libro sobre su breve, si bien intensa, filmografía, no soy tan entusiasta de Tarantino como otros amigos míos, es un tipo que me provoca reacciones encontradas al igual que sucede con buena parte de la crítica y los espectadores a nivel mundial.
Ha logrado algo envidiable, y es hacer lo que le da la gana. Se permite caprichos, en su mayor parte cameos en películas de amigos, y otros que le salen rana como sus pinitos de actor en el teatro. Sí participo de la alabanza general a Pulp Fiction (aunque la autoría de su guión ha creado no poca polémica) pero abomino de otros proyectos en los que da la impresión de que solo se ha divertido él. Me refiero en concreto a ese programa doble partido a la mitad, en el que él se encargó de un capítulo (con duración de película estándar) que contenía un diez por ciento de persecuciones de coche y un noventa de conversaciones en las que Tarantino sacaba a relucir su lado femenino, con nefastas consecuencias.
Me ha gustado Malditos bastardos, tiene momentos soberbios y además es un entretenimiento de primera clase con sus dos horas y media. No creo en la perfección y por tanto no puedo decir que sea perfecta; tiene momentos de calidad superior, pero el conjunto queda algo desproporcionado. Considero que mi problema ha sido la falta de perspectiva: hasta la parte final cometí el error de tomarme en serio la película, algo que no me hubiera sucedido con Pulp Fiction o Kill Bill, de tomármela como un filme bélico sui generis, pero tuve que abandonar esa visión en el desenlace si no quería que me pareciera una patochada. Que se salten el párrafo los que no quieran saber cómo acaba, pero que se pretenda que nos creamos que acabar con el causante de la Segunda Guerra Mundial y del exterminio de millones de judíos, algo que no lograron los generales de la Operación Valkiria, lo pueden conseguir un par de empleados de un cine y un par de zoquetes soldados que entran a un acto de toda la jerarquía nazi cargados de dinamita, como quien va con su cubo de palomitas... ¿Cómor? No me lo voy a tomar en serio porque seguramente Tarantino tampoco se lo habrá tomado, es tan solo el espíritu pulp, que es lo que le gusta, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ahora bien, si el director escribiera la Historia qué rápido hubiera acabado todo...
Como director Tarantino es genial, como guionista tiende a la desmesura. Siguiendo un ejemplo renacentista, actúa como la abeja que va libando flores para luego conseguir la miel. Él centrifuga todas sus influencias, que no son pocas (tebeos, novelas, cine de serie Z, mucho western en el caso que nos ocupa...) y luego nos ofrece una deliciosa tarta que corre el riesgo de empachar. A mí los momentos que más me han convencido son en los que hay personajes sentados a una mesa y charlando: el comienzo es sublime, la partida de cartas, la comida con Goebbels e interrogatorio posterior... Cierto que los diálogos no pueden alcanzar el nivel de surrealismo de los de otros proyectos, pero buena parte de la fuerza de las escenas se sigue basando en ellos. La parte menos interesante, y en eso coincido con casi toda la crítica, es precisamente la de los malditos bastardos. Tarantino ha trabajado con desigualdad a sus personajes y, como fruto de esa libertad de la que hablaba al principio, no concede a Brad Pitt el estatus de estrella que quizá algunos espectadores habrían esperado. El coronel Landa, cuyo actor fue premiado en Cannes, maneja a todos como quiere y Pitt no tiene nada que hacer frente a él. A veces actúa como si pasara por allí o hubiera aceptado el rol merced a alguna juerga etílica con Quentin... Su personaje no es un héroe de acción, ni siquiera es simpático a mi juicio, es la horma del zapato del nazi cazajudíos, al ser él propiamente un cazanazis cuyos métodos son análogos a los del otro, sin que se mida la violencia según un código moral, algo que Tarantino no ha hecho nunca y tampoco va a hacer ahora. Creo que, aunque quizá esté un poco mayor, Stallone hubiera sido perfecto para su papel. Su nombre, si no recuerdo mal, salió a la palestra en el interminable proceso de gestación de este filme, junto a otros habituales como Tim Roth, Michael Madsen...
En fin. Con todo lo dicho, la verdad es que Tarantino es uno de los grandes creadores del cine actual, un autor en el sentido más estricto del término, y por ello cada proyecto suyo se aguarda con gran expectación, sobre todo porque se toma su tiempo para hacerlos. La idea de hacer Kill Bill 3 y 4 parece una chaladura a priori, y precisamente por ello es estimulante, al menos sacará del ostracismo a la pobre Uma Thurman. Quienes queráis adentraros en este far west con yanquis que actúan como indios y nazis que actúan como vaqueros seguramente no saldréis arrepentidos.

No hay comentarios: