miércoles, noviembre 25, 2009

Mi vida como ilegal.

Ayer estuve cazando pucks por casa, cual si fueran duendes de esos de la ONCE. Encontré un par, pero estaban no fichados. ¡Es increíble, la cantidad de tarjetas de móvil que he acumulado en estos años, y más aún que no encuentre la que me hace falta! Así pues conseguí encender el teléfono, y me sirvió para despertador, pero no tenía línea, mis líneas están caducadas porque así lo quiso el ministro, merced a terroristas islámicos, narcotraficantes, etarras y demás hermanitas de la caridad. La única línea que tengo fichada es la más traspapelada, qué le vamos a hacer. ¿Me quitan la línea? Pues yo les quito mi voto, de todos modos no tenía pensado votar a ZP. Ocho años ya están bien, que el poder desgasta. Si viene el barbas en 2012 pues que venga, total yo a partir de esa fecha no estoy muy seguro de si querré seguir viviendo en este país.
Ayer me pasé por la tienda de Vodafone en la que hice mi contrato. Pensé, iluso de mí, que al no haber ni un solo cliente esperando me atenderían mejor. Pero la señorita, como pegada al monitor de su ordenador, no se interesó de forma muy viva por mi suerte. Y yo, que he sido dependiente, opté por dejar a semejante inepta y, sacando orgullo, deduje que si ella no me quería ayudar yo tampoco necesitaba su ayuda y que se la metiera, como dice Góngora, por la fuente del mediodía. Ya iré a buscar a alguien que aprecie más un bien escaso como es un puesto de trabajo por precario que sea. Espero no tener que desdecirme en mi propósito.
Mientras tanto, voy a degustar el té en compañía de mi móvil ilegal por momentos, incomunicado por el Gran Hermano de la paranoia colectiva, y luego ya saldremos a perder un poco el tiempo o a que me lo hagan perder.

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