miércoles, noviembre 11, 2009

Misantropía y buen rollo.


Os voy a recomendar dos comedias diferentes aunque con un mensaje común en su desenlace: celebrar la alegría de vivir, ya sea respecto a un viejo cascarrabias o respecto a otras viejecitas más alegres y marchosas. Con todo, lo más divertido que he leído en los últimos días es que Jorge Javier Vázquez es licenciado en mi carrera a extinguir, Filología Hispánica. ¡Ohú! Cinco años estudiando esta bella titulación para luego ganarse la vida hablando de cosas ínfimas a más no poder. Y no digo que la obra de Proust no tenga algo que ver con el Lecturas, pero aún así... La vida da muchas vueltas, pero en el futuro yo no me veo rodeado de rebotados del Gran Hermano y otros tipos iletrados y orgullosos de serlo.
Por un lado está Si la cosa funciona, de Woody Allen. Supongo que no es necesario decir que este hombre se repite, ya que rueda una película al año y su registro tampoco es que sea muy variado, no le veo haciendo una película de terror o un capítulo de la saga Star Wars (C3PO ganaría mucho, eso sí) Nos presenta aquí a un personaje odioso en principio, que juega a engañarnos con lo que el filme dará de sí cuando en realidad el desenlace no tiene nada de negativo y sí peca de irreal, como otros episodios de la película; véase la boda de la joven guapa con este misántropo que es su polo opuesto, o los padres, integristas religiosos que se hacen todo lo contrario en cuestión de minutos. En fin, ¡es una comedia, para qué pedir realismo! Y Allen, a medida que se hace mayor, parece estar más abierto a abordar todo tipo de relaciones erótico-sentimentales (bueno, la suya con su hija adoptiva es peculiar también) Primero coqueteó con el lesbianismo en ese folclórico retrato que fue Vicky Cristina Barcelona, y aquí hay una pareja de homosexuales y una mujer, madura, que mantiene un trío permanente (no se aclara si de connotación hetero o bisexual) con dos maromos. Omitiré la etiqueta habitual de este no es el mejor Woody Allen, pero sí diré que me ha parecido lo mejor desde Match Point, que era bien distinta.
Vacaciones de Ferragosto es otra estimulante propuesta, de apenas hora y cuarto de duración, que narra algo que se podría haber quedado en anécdota rara: un italiano maduro, sin oficio ni beneficio, se ve obligado a cuidar a un grupo de ancianitas (entre ellas su propia madre) a cambio de favores de diversa índole, durante lo más tórrido del mes de agosto. Y, aunque no falten leves trifulcas entre las madamas, al hombre se le dará tan bien que uno piensa que ojalá hubiera muchos como él en este mundo. Terminé el visionado con unas ganas tremendas de tomarme un Lambrusco, aunque dicho vino creo que no aparecía en la historia, quizá algún mensaje subliminal que yo no hubiera captado. Como sea, es todo un chute de buen rollo y una puñalada en el corazón de todo ese cine que idolatra la juventud y la belleza, a menudo efímera, por encima de cualquier otro valor.
Hace falta reír en estos tiempos oscuros. Si no lo conseguís con esta sesión doble, será que nuestros conceptos del humor difieren un poco, je. Sea como fuere, que aproveche.

No hay comentarios: