sábado, agosto 07, 2010

LOS CERDOS. Entrega 15.

Una de las virtudes del rosado fue conseguir que Jonás se tomara con humor la escena de la que formaba parte, la cual en principio consideró como una patochada urdida merced a la complicidad entre su amigo y su antigua compañera, sospechaba de ambos que podrían acabar pronto en la cama, aunque en ese caso él se quedaría solo, ebrio y posiblemente convendría en regresar a su domicilio. Pero, mientras esperaba a conocer si ese hecho se producía o no, por aquel entonces se encontraba muy a gusto, y pudo declararlo de forma pública pues Penélope le preguntó por su estado.

- ¡Estoy muy bien!- proclamó- En serio, pensaréis que solo estoy curda, pero, de verdad, creo… Creo, bueno, no quisiera exagerar o parecer un pelota.

- No importa que lo parezcas, me gustan tus peloteos- añadió Al.

- En fin, creo que hacía mucho tiempo que no me sentía tan feliz como ahora entre vosotros.

Penélope le hizo un guiño cómplice.

- Eres un encanto. Pero aún falta lo mejor, el postre.

Como era de esperar, las neuronas de Jonás no se movían tan rápido como a él le hubiese gustado. ¿Postre? Lo cierto es que no habían cenado nada salvo, en efecto, el postre, si es que se podía llamar así a las uvas que habían adornado su atuendo. Buscó la ayuda de Al, para ver si él podía compartir un resquicio de la conexión mental con la joven a la que había aludido, y una rápida mirada le convenció de que con postre se refería a tener relaciones sexuales. Jonás no supo por un momento qué replicar, luego dejó que hablara más bien el alcohol antes que él.

- ¿El postre es para los tres?- inquirió.

- Desde luego- dijo Penélope- Si os gusta así, claro.

- Pero no creerás…- comenzó a decir Jonás.

- No, no lo creo- replicó ella, cortándole pues había leído en su mente- No creo que hayáis venido solo por eso. De lo contrario, no os habría traído. Habéis respetado mi arte, y ahora es el momento de que, si os place, pasemos a otra actividad que para mí también puede ser artística.

- ¿Un grupo escultórico?- sugirió Al, con pícara malevolencia- ¿Una composición de cuerpos? Hum… ¡Sí! ¡Pasemos de los misterios de Apolo a los de Afrodita!

- Nos falta por saber tu opinión, Jonás- dijo Penélope, con suavidad no exenta de firmeza.

Jonás necesitó mirar de nuevo a su amigo, pero este no le sirvió de ayuda, había decidido adoptar una máscara neutra con el fin de no revelar, al menos en aquel instante, sus sentimientos al respecto. Por una vez, Al parecía haberse quedado mudo, reservando sus réplicas ingeniosas para mejor ocasión. No obstante, Penélope sí captó su indecisión y se mostró comprensiva.

- Quizá esto no es lo que esperabas. O sí lo esperabas, pero en otro sentido. No importa, Jonás… Si no quieres participar, basta con que lo digas. Al y yo sabremos apañarnos, tal y como supongo que habrías imaginado. De todos modos, ¿por qué no te pasas por la ducha? Creo que eso podría aclarar tus ideas. En mi ducha solo entran dos personas… Espérame tú primero allí, y ya entonces me dirás tu respuesta.

Las palabras de Penélope no curaron su indecisión, pero sí estaba de acuerdo en que tenía que hacer una obligada visita al cuarto de baño, no tanto por la ducha sino por librarse de una parte del líquido ingerido. Se enderezó, no tambaleante pero sí con la misma indecisión en sus movimientos, y escuchó las instrucciones de la anfitriona para llegar al cuarto, nada complicado.

Una vez allí, Jonás se quitó la sábana reconvertida para mear. Mientras tanto, se fijó en el plato de la ducha, en verdad era bastante reducido, y escuchó un par de toques en la puerta. No era Penélope quien los había dado sino Al, un supuesto que él ya había imaginado y que en cierto modo le alivió. Su amigo, era de esperar que con la complicidad de ella, venía a tener una charla en privado.

- Muy bien- dijo Jonás, lavándose las manos- Será mejor que negociemos esto pronto, antes de que se pase el efecto del vino. ¿Tú quieres hacer un trío?

- No hagas preguntas redundantes, Jonás… Tanto mi postura como la de ella creo que está clara. Nos falta la tuya.

- ¿Y qué puedo decir? Ella tiene razón. Me imaginaba que pasaría algo así, pero no en este sentido. Por una parte, creo que sois vosotros dos quienes en verdad hacéis buena pareja, por otro lado no me gustaría ser excluido… ¿De qué clase de trío estamos hablando? ¿Del clásico de las películas porno, en el que los tíos solo se tocan cuando sus pelotas rebotan unas contra otras en la doble penetración?

Al ahogó una carcajada.

- Creo que no, Jonás. Eso me aburriría mucho, y seguro que a ella también. Pero, en fin, si quieres lo dejamos para otra noche, para que tengas tiempo de pensarlo. A fin de cuentas, yo ya se lo que te gusta.

- ¿Ah, sí?- replicó Jonás, un tanto molesto- Joder, esta noche todos me estáis leyendo la mente, podríais fundar un canal de pitonisos.

- Pero, a diferencia de los pitonisos televisivos, creo que nosotros estamos en lo cierto, Jonás. Yo ya se que no te gustan los hombres, pero somos, valga la redundancia, hombres, amigo mío, no monolíticos bloques de granito. Nadie está libre de brechas, tú tampoco.

Jonás sonrió, para así limar su aspereza de antes.

- Yo también se leer mentes. Y, aunque tú nunca me lo hayas dicho de forma directa, se lo que te va, y te va todo. ¿Es simple vicio o también lo aprendiste en tus libros?

- Bueno, lo aprendí en los libros pero también de forma autodidacta… De todos modos, no creo que el vicio sea una cualidad exclusiva de mi orientación.

- Y bien, ¿entonces es necesario que tú y yo lleguemos a hacer algo? Y, sobre todo, ¿qué hacer?

- No es necesario- replicó Al, aunque lo dijo sin mucho convencimiento- Solo me gustaría decirte que, si alguna vez sientes deseos de experimentar ese tipo de sexualidad, me gustaría ser el primero de tu lista.

- Me halagas… Pero no me has respondido a la segunda parte de la pregunta. ¿Qué es lo que tú y yo podríamos hacer esta noche, si algo hacemos?

Al mantuvo durante un rato la mirada de su amigo, pero no le era necesario.

- ¿Has vuelto a sacar la bola de cristal?- inquirió Jonás.

- Más o menos… Creo que al menos acierto en uno de los obstáculos que se nos presentan. No te preocupes por eso, Jonás. Para mí el follar no es sinónimo de penetrar, antes bien bajo el término genérico de follar incluyo diferentes prácticas entre las cuales la penetración no está en lo más alto de la jerarquía…

Jonás suspiró. Sin aclararse aún en su fuero interno, al menos era un alivio contar con su amigo, con él tenía la suficiente confianza y comprensión mutua como para desentrañar ciertos aspectos sobre los que le era complejo hablar.

- ¿Y me gustaría?- preguntó, aunque más para él antes que para que le contestara Al, como al final pasó.

- No quiero caer en la falta de Narciso, pero creo que, si es conmigo, te gustaría, al menos yo te conozco y se, en cierto modo, hasta dónde llegar.

Jonás rió con franqueza.

- Bueno, hombre. Espero que si acabamos en la cama tu cuerpo sea tan elocuente como tus palabras, pero ahora mismo no estoy en condiciones de prometerte nada. Me considero una persona de amplias miras, por lo general, tanto en mi carrera como en mi vida cotidiana, sin embargo una cosa es lo que piense aquí y otra lo que vaya a pensar en un cuarto de hora, por ejemplo, si pasamos al dormitorio de Penélope y nos rodeamos de unas circunstancias que, desde luego, no son las mismas que tenemos en este cuarto.

- Sabias palabras- musitó Al- En fin, espero que podamos llegar a un acuerdo que sea placentero para los tres. Ya me dirás.

De ese modo se marchó de la habitación, dejando vía libre a que Penélope entrara, pasados unos instantes, con una sonrisa en la boca.

- Y bien, - dijo ella- ¿ya os habéis echado a suertes quién empieza conmigo? Supongo que tú, pues eres el que se ha quedado en la ducha.

- ¿De qué me hablas? ¿El plan no era hacer un trío?

- ¡Sí!- confirmó Penélope alegremente- Tengo la impresión de que ya te has decidido a llevarlo a cabo. ¡No sabes lo feliz que me haces! Sin embargo, ya te dije que mi ducha solo es apta para dos personas, y será mejor que estemos limpios para esta experiencia, ¿no?

- ¡Oh, sí! Limpios de cuerpo, al menos.

- ¡Así me gusta! ¡Comenzando con sentido del humor!

Y, sin que él pudiera reaccionar de ningún modo, Penélope le bajó los calzoncillos, empujándole hacia la ducha. Tras un beso de unos cinco segundos, aperitivo ligero de lo que vendría después, ella enchufó el grifo justo encima de su cabeza. Jonás protestó porque al principio el agua salía bastante gélida, pero ella se divertía de lo lindo al ver cómo el agua resbalaba entre sus cabellos mientras él permanecía tieso, con expresión atónita. Penélope dejó el grifo en sus manos.

- Será mejor que lo sostengas mientras yo me quito esto.

El resto de la escena le sonaba familiar a Jonás. Ella desnuda. Él desnudo. Besándose bajo la ducha, como en otro recuerdo que había desempolvado antes. El mismo escenario, sí, pero en distinta situación. La primera ducha entre Penélope y él había resultado bastante más positiva, eso le parecía evidente.

En su nuevo piso, Jonás se remojó la cabeza en el lavabo. Estaba agotado por el calor, sus mejillas enrojecidas además por el Lambrusco. Sin embargo, lo que más le oprimía era la asfixiante soledad de aquel cuarto de baño. Si corría la cortina de la ducha, nada hallaría, salvo quizá otra maldita cucaracha de esas que observaban con indiferencia propia de su especie los ataques de melancolía para los que aún ninguna fórmula era eficaz.

No quería recordar más o, mejor dicho, no se podía permitir recordar más. Planeó hacer una elipsis en los acontecimientos que habían transcurrido en esa noche. El placer había existido, desde luego, llegó hasta él a través de algunas sendas conocidas, y otras tantas indómitas. Traerlas a la mente, justo cuando pretendía acostarse, sería un castigo mayor del que él consideraba que se merecía. Desde el baño fue dando tumbos hasta el dormitorio, allí se tiró en la cama de cualquier modo. No había bajado la persiana del todo, por lo cual la luz del amanecer le molestaría, así como los gritos que se escuchaban de vez en cuando. No le importaban en aquel momento. Allá se pudrieran todos con todas las discusiones de sus miserables vidas. No creía en principio que aquella noche pudiese conciliar el sueño, sin embargo lo logró tras dar lo que parecían infinitas vueltas sobre su cuerpo, a izquierda y derecha.

Finalmente se quedó boca arriba, estático, con los brazos extendidos a ambos lados como en un amago de crucifixión, aunque el motivo de esa postura no era tan sacro. Jonás mezcló entonces el recuerdo con la imaginación, puesto que estaba recreando una estampa que él había vivido si bien cuando descansaba en un profundo sueño. En esa misma posición se quedó dormido esa noche, en casa de Penélope, con la diferencia de que sobre cada brazo reposaba la cabeza bien de la joven, bien de Al. Por encima de ellos, media sábana (antes toga) cubría su desnudez y, por el estatismo y reposo de sus cuerpos, apenas modificado por una tenue respiración, parecían en conjunto un grupo escultórico, tal y como había sugerido Al antes de que la idea se fraguara. Si alguien, en aquel entonces, pudiera haberlos retratado, ya fuera como estatuas o en un lienzo, le hubiese parecido a Jonás la obra de arte más bella que hubiera visto hasta aquel momento.

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