viernes, marzo 28, 2008

Retablo madrileño.


Preferiría haber escrito anoche, pero estuve viendo Pozos de ambición, título español de There will be blood que me recuerda con insistencia a la serie Herederos. Ver un filme así en determinadas circunstancias es un suicidio, pero yo estaba empeñado porque era la última que me faltaba de la terna de los Oscar, de ahí que pronto se convirtió en There will be dream. Y no es que esté del todo mal, pero creo que este año la calidad en general de las oscarizadas podría haber puesto el listón pelín más alto.

Como sea que estoy solo en el piso de Manuel Becerra, me vi reflejado en el magnate con ecos a lo Kane de Daniel Day-Lewis, encerrado en mi Xanadú de cuarta categoría, amo y señor con más escrúpulos y misantropía no tan exacerbada.

El viaje no estuvo mal, por casualidad leí en el periódico que estos trayectos en Alvia han aumentado el número de usuarios en un noventa y tres por cien más o menos. Y se notaba, vaya que sí, desde el primero que hice a inicios del mes pasado, en el que iba el tren medio vacío. Ayer no podía ni estirar las piernas, más alguna ventaja debía tener el ser paticorto. Iba contento escuchando música por el móvil, que ha sustituido al escacharrado iPod, gracias a ello porto un trasto menos y me he ahorrado pagarles otro a los de Apple.
De lectura hubo poca pero selecta. En León no tenían ninguna de las tres principales revistas de cine. Huelga decir que, nada más poner el pie en Madrid, allí estaban todas. Por ello, fui a un valor seguro, además en un día muy especial para él: Ramón María del Valle-Inclán. Y es que ayer fue el Día del Teatro, con el tradicional acto de ponerle la bufanda a la estatua de Valle sita en el paseo de Recoletos, algo a lo que siempre he deseado asistir y que en esta ocasión me perdí por un fucking día (bueno, y también porque no tenía la menor idea de cuándo era el Día del Teatro) Y teatro estuve leyendo, bueno, una forma muy peculiar, teatro de marionetas, títeres y siluetas, pero no la idea que tendréis de las mismas. Más bien pequeños esperpentos aún más ridículos merced a muñecajos que representan los peores vicios (el término pecado no va conmigo) del ser humano. No en vano se llama Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte. A ver si lo termino hoy.

Bueno, pues ahora voy a dejaros porque, en este breve regreso a la independencia cuasi total, hay un vacío de nevera que debe ser repuesto. Volverán los oscuros negrillos del Super Sol con la Farola la chapa a dar. Hoy me he levantado poético. No es mala señal.

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