sábado, diciembre 22, 2007

CONSEJO FINAL: PODA.


CONSEJO FINAL: PODA.

El emperador no va desnudo. Más bien, se ha cubierto con tantos oropeles que tiene que surgir una espontánea voz del público para advertirle de que le están asfixiando.
Esa podría ser la conclusión del taller de escritura y acción creativa que ha terminado hoy, pero cuyo espíritu puede continuarse a través del blog del Musac en el cual, al menos así está previsto, se colgarán algunos de nuestros ejercicios, ya después de las fiestas. Interesante y aprovechable, qué duda cabe. Si marcará un antes y un después en mi proceso de creación, eso está aún por ver. Yo no suelo aceptar muchos consejos, es una pose algo narcisista, imagino. Sin embargo, cuando me apunté a este curso, lo hice con la intención, entre otras causas, de que alguien más experimentado que yo, a quien al menos le hubieran pagado por publicar su obra y no viceversa, me aconsejara sobre qué camino seguir en este desagradecido panorama de la literatura. Bien. Ya tengo su respuesta. Y sería de idiotas el tomarla como una más, meterla en el saco de otras tantas visiones de gente que me conoce pero no vive el asunto desde dentro. La maestra Jedi ha hablado, pide que me desprenda de lo que me sobra y me eche andar así, ligero de equipaje. Bueno. Ella misma lo dijo. Cada maestrillo tiene su librillo, cada escritor su estilo. Nadie está en posesión de la fórmula exacta al respecto, pero la experiencia es un grado.
De ese último deseo, yo puedo tomar el todo, quizá una mitad, o tres cuartos. De entrada, yo no lo desecho en su conjunto. Se que tiene razón, porque yo mismo lo he notado. Se que en mis novelas hay paja, y se que rastrillando podría hacerse espacio para introducir nuevos elementos. Si en esta segunda novela de los Abrasadores llevo casi cien páginas para solo cinco capítulos, en parte es por ese factor. Un escritor reescribe, reescribe. Sin pasarse, desde luego, porque entonces nos encontramos con una obsesión. Y de eso Truman Capote sabía bastante. A mí reescribir me parece, en principio, un coñazo. Pero luego quedo satisfecho. Mi mente me urge a ocuparme de nuevos terrenos, pero se que antes debo asentar un poco más los cimientos de obras anteriores. Es volver al pasado, claro. Pero lo he estado pensando y… ¿Qué coño llevo haciendo desde hace tres meses si no es volver al pasado? Estoy en León. Una ciudad del pasado. Hago Filología. Una carrera del pasado. Y no me va mal por ello. De hecho, cada vez me va mejor. En ciertos asuntos tendré que tener paciencia. Pero para la escritura también hay que tenerla. Tengo tres novelas con potencial. El diez por ciento. El esperpento nacional. Los Abrasadores I. (Tengo otra, pero la doy por imposible) Y además, poesías y cuentos, ahora que me ha entrado el gusanillo con el taller. También guiones, aunque eso es otro rollo. Aún no he redactado esa, je je, famosa lista de proyectos para el año que a medida que este transcurre se va metamorfoseando. Pero si realmente lo que quiero es limpiar y hacer más atractivas las antiguas novelas, no tiene ningún sentido que siga con esta segunda parte, si antes no doy un repaso a la primera. No es reto que me asuste. De hecho, no sola en esa sino en las otras, quiero empaparme de todos los conocimientos que he aprendido desde que las escribí, y hacerlas un cambio radical de semejante tamaño que se la empinen (a estas horas de la noche uno se pone vulgar) al primer editor que pase. Porque, a veces, es necesario echarse para atrás si uno quiere coger impulso para delante.
Se que muchos estáis deseando leer Guardianes del Umbral. Yo también, desde luego. Pero os digo una cosa. Ya hice varios añadidos a Contra la Banda de la Piedra. Se está convirtiendo en una especie de costumbre navideña, porque ya lo hice hace justo un año, y ahora me dispongo a hacerlo de nuevo, y quitar algunos excesos, entonces será como leer casi un libro nuevo. Eso no quiere decir que ahora esté mal, claro. Pero los Abrasadores siempre son susceptibles de mejorar, y eso voy a hacer. No obstante, si alguien quiere opinar a este respecto, que lo haga, porque este oficio siempre resulta confuso y, sobre todo, subjetivo. Yo al menos hay algo que sí tenía bastante claro antes de apuntarme al taller. Y es que hay un salto demasiado brusco desde el primer volumen hasta el segundo. Y eso no puede ser. El primero, aún cuando sea más bien de presentación, tiene que gozar de buena pegada. Yo os regalé o vendí la primera versión hará ahora hace un año. No me arrepiento. Era el mejor regalo que podía hacer. Y yo lo necesitaba. Mi super-yo lo necesitaba, más bien.
Felices Fiestas, descansad… Y después, a escribir.

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