jueves, julio 01, 2010

El orgullo leonés.


EL ORGULLO LEONÉS.

El próximo día 4 de julio, domingo, se ha convocado en Rodiezmo el primer Día del Orgullo Leonés (u Orgullo de Ser Leonés, para no crear malas interpretaciones). Sus razones tendrá el convocante, la Unión del Pueblo Leonés, yo no entiendo ni la fecha ni el lugar, y me cuesta entender los motivos. Curiosamente es un día después del Orgullo LGTB de Madrid, yo no voy a asistir ni al uno ni al otro. Al primero porque yo no siento orgullo de ser leonés, ni tampoco me avergüenza. Soy leonés, y punto. Al segundo no iré este año por una serie de motivos, como podrían ser el calor que ya me está afectando aquí o, un hecho menor pero patético a mi juicio, el que Karmele Marchante haya estado entre los encargados de leer el pregón. Volviendo al principio, lo cierto es que si el líder de la UPL en verdad quiere una ciudad de futuro, moderna y que no invite a los jóvenes a la emigración o al exilio (como me invitaría a mí si no estuviese con la carrera), aparte de su particular Orgullo podría haber venido al que se celebró el pasado lunes junto a sus compañeros en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de León.

Algún diario local, de venta conjunta con el ABC, destacó que el Orgullo no había salido a la calle en León. ¿Cómo? No importa el número, precisamente. En las grandes ciudades también se empezó con medio centenar de personas, y ahora ya veis. Desde luego que se puede aspirar a más, a mucho más, pero no es fácil. No en esta pequeña sociedad que es un gran baile de máscaras, infestado de espías y de armarios a prueba de bombas. Así que, si lo que quieren es que me enorgullezca de ser leonés, primero que comiencen a echar los cimientos de una ciudad del futuro, y el futuro no se construye con folclóricas excursiones campestres; el futuro no se construye obsesionándose con el pasado. Ya llegarán las vacas flacas, ya llegará la época de elecciones y entonces quizá la gente empiece a ver la patita al lobo y se piense lo de salir a la calle para ser visibles.

Lo que sí tuvo un público envidiable fue la cabalgata fantástica que desfiló el mismo lunes 28. Impresionó sobre todo la marioneta de diez metros de altura del final. El hecho de que la hubiesen bautizado con el nombre de Salvador me hizo pensar en que tal vez cobraría vida, un leviatán furioso a la manera de heraldo o profeta, para advertir a los ciudadanos sobre la decadencia progresiva que podría afectar a esta sociedad, con el riesgo de un coma irreversible a menos que se tomaran medidas en el futuro cercano.

Pero bueno, tampoco hay que ser tan catastrofistas. Lo que importa es que el Orgullo se celebró y ya van tres seguidos. Y, como nota positiva, diré que el cartel sobre sexo seguro que quedó colgado en la plaza de Botines aún no había sido arrancado a las tres de la madrugada. Aunque, claro, es posible que quienes pasaran por allí estuvieran ya tan borrachos que ni siquiera hubiesen reparado en el mismo…


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