lunes, agosto 30, 2010

LOS CERDOS. Entrega 21.

Cuando su mente regresó al locutorio, comenzó a pensar que su ardiente fantasía le estaba jugando una mala pasada, que le estaba cegando. ¿Por qué Penélope tendría que haberse acostado, a cambio de alabanzas, con ese crítico pedante que apenas era conocido fuera de su ciudad natal? No podía separar sus ojos de las fotos del blog, de los porcinos rostros que había diseñado Penélope. La chiquillería que le rodeaba no había parado de armar jaleo en ningún momento, y, de la pantalla del ordenador, Jonás desplazó su mirada hacia ellos, deseando que de ese modo pudiera transmitir todo el odio reconcentrado que sentía. De pronto, no supo si motivada por la resaca o por el estado de agitación en el que se encontraba, Jonás comenzó a notar una metamorfosis en los niños: sus infantiles rostros empezaron a deformarse, los tiernos dientes se afilaban hasta convertirse en colmillos, las orejas se alargaban de modo notable y, aunque la visión no llegaba al extremo de los cuadros de Penélope, adquirieron una naturaleza más propia de cerdos. Los niños gritaban y reían, como antes, pero para Jonás parecía que estuviesen gruñendo.

Asustado de su propia visión, que no sabía entonces cómo interpretar, Jonás volvió la vista a su ordenador, centrándose en su perfil dentro de una red social. Buscó en él una foto que formaba parte de las que se habían tomado en la fiesta de clausura de un curso de arte al que se había apuntado Penélope, al margen de su carrera oficial. El evento se había celebrado en la misma galería de la exposición de la artista. A través de las fotos Jonás echó un vistazo a los compañeros del citado curso, la mayoría con un previsible aspecto de bohemios y estrafalarios en cuanto al atuendo. También estaba el crítico, que no lo era menos. Aparte de la mencionada boina y gafas, Hitch fumaba en su pipa y llevaba una vieja gabardina que podría haberle cogido a su abuelo, como en efecto había sucedido aunque Jonás no lo supiera.

Él no aparecía en demasiadas instantáneas de aquellas, en las que sí lo hacía ostentaba una sonrisa un tanto forzada, puesto que no se hallaba como pez dentro del agua. Daba la impresión, antes bien, de que Jonás se había mezclado con ellos, como un espontáneo que aparece en medio de una foto de repente. Mientras se le acababa el saldo para navegar, y sin querer volver a observar a los extraños niños-puercos que no dejaban de chillar dentro de su batalla interminable, Jonás recayó en la abstracción, remontándose a un recuerdo real, que él mismo había vivido. Volvió a aquella noche en la que su imagen había quedado registrada de esa manera, a la fiesta de fin de curso de Penélope, a la que él llegó, en esa ocasión, solo.

Cuando Jonás apareció por la galería, quedó un tanto extrañado por la presencia de tanto variopinto personaje. Penélope, que estaba departiendo con todos ellos, yendo de un corrillo a otro con la soltura de una abejita, hizo un aparte para ir a hablar con él.

- ¡Hola!

- ¡Hola!- antes de que Penélope se le adelantara, Jonás se apresuró a justificar la ausencia del amigo- Me temo que Al no ha podido acompañarme.

Jonás no pareció muy creíble, pero tampoco demostró la clásica actitud de alguien que está mintiendo, y que en cierto modo sufre por esa mentira. Penélope no necesitó que le diera explicaciones, y él tampoco estaba dispuesto a dárselas.

- Oye…- añadió Jonás, casi en susurro- Me imagino que te lo estarás pasando muy bien con tus compis, pero, ¿te apetece ir a cenar luego? Estoy dispuesto a invitarte pero, con la cuantía de mi beca, creo que nos dará para ir a un chino… ¡Je, je! Si no te importan todos esos tópicos sobre su comida creo que podría ser agradable.

- ¡Me encanta el chino! Me encantará ir contigo cualquier noche, Jonás, pero esta… Ya sabes, es la fiesta de clausura del curso, será mejor que no me separe mucho del rebaño, luego saldremos todos de fiesta y si quieres puedes unirte. No querría que ellos pensaran, viendo los cuadros, que odio la sociedad y no quiero integrarme en ninguna clase de grupo…

- ¡Ya te estás integrando!- comentó Jonás- Yo aquí, a bote pronto, me siento un poco perdido. Sin duda pintaría, nunca mejor dicho, Al aquí mucho más.

- Oh, vamos, Jonás, ya te iré presentando a la gente de aquí poco a poco. Por cierto, ¿notas algún hueco en la galería?

- Hum…

- No busques, je, je. Ya te he reservado el cuadro que te prometí, y Al me tendrá que indicar el suyo. Quizá sea necesario que poséis otra vez para mí, aunque tal vez no tenga que molestaros.

Jonás estuvo tentado de preguntar si la sesión incluiría cena… y postre. Sin embargo, prefirió renovar su propia invitación a cenar, para la noche siguiente.

- ¡Muy bien! Mañana cenamos, aunque quizá tenga que enfrentarme a una buena resaca… Bueno, pero no habrás venido solo por eso, ¿verdad? Quédate aunque sea un rato, hombre, que conozco por aquí gente muy interesante… Mira, hablando de eso… ¡Hitch!

Penélope llamó al crítico, que saludó a Jonás sin, desde luego, quitarse las gafas de sol, con cierto aire de superioridad.

- Este- señaló Penélope- es Hitch, uno de los críticos multidisciplinares más influyentes de nuestra pequeña ciudad, de los pocos que han trascendido el ámbito de la misma, de los más independientes y, por ello, de los más odiados, sobre todo a nivel local.

- ¿Hitch?- preguntó Jonás intrigado.

El crítico le miró como si él mismo se preguntase: ¿A qué clase de mentecatos me presenta Penélope? Esta aclaró un poco las cosas.

- Sí, viene de Hitchcock. Ya sabes, el director de cine.

Jonás meditó un rato al respecto.

- ¡Ah! Ya, ¿ese tío calvo y gordo que aparecía en una vieja serie de televisión?

- Sí- confirmó Hitch fríamente- También es el mejor cineasta de todos los tiempos y, en general, uno de los grandes genios de la historia contemporánea.

Jonás no pareció conmoverse mucho por esta declaración.

- Penélope me ha hablado un poco de ti- dijo Hitch- Es pronto para que te juzgue, desde luego, pero da la impresión de que sabes apreciar el buen arte, aunque tu lado creativo no se haya despertado aún de su letargo. ¿Qué te parece la exposición de tu amiga? ¿No crees que, en ella, se conjugan a la perfección tanto la belleza como el talento, constituyendo un insulto para el resto de los mortales?

- Oh, Hitch…- protestó ella de forma leve.

- Puede que tampoco tenga muy desarrollado mi lado crítico- comentó Jonás- Pero, si lo tengo que decir en pocas palabras, diré que me encanta.

- ¿La exposición o ella?- apuntilló Hitch.

- Ambas- confesó Jonás, mirándola a los ojos. Había decidido que, si ese estrafalario personaje se ponía en plan pelota, él no iba a quedar atrás.

- Bueno, chicos, creo que ya habéis complacido bastante a mi ego- indicó Penélope- Ahora vamos a divertirnos. Por cierto, Jonás, antes de que te vayas, si es que te vas, quiero que poses otra vez para mí… Pero esta vez en una foto, je, je.

Jonás no se notaba muy cómodo en ese entorno, pero se prestó a hacer la foto grupal, y también otras como las que luego aparecerían en su perfil.

2 comentarios:

Hopewell dijo...

He regresado al blog...
Y veo que en el tuyo hay mucha actividad... a ver si me pongo al dia...

Luis dijo...

jeje no mucha, básicamente es que ando colgando una novela por aquí, sobre todo ahora que no tengo tiempo para nada más por el estudio. regresaré yo también a tu blog, felicidades!