lunes, octubre 23, 2006

Capítulo segundo: Los primos.

II. Los primos.

Tis se despertó bañado en sudor. Nada raro, estaban en lo más tórrido del verano, hilillos dorados se colaban por las rendijas de la persiana anunciando que el día quince de agosto se presentaba en sociedad, festividad de la Asunción de la Virgen María del año dos mil cuarenta y cinco. Y eran dos personas adolescentes en esa estrecha cama infantil. Lo que ya se desmarcó de lo habitual fue que el pegajoso líquido de su cuerpo estuviera frío. Como en una pesadilla, que más o menos era lo que había provocado que se despertase. Alzó un poco la cabeza, pero a ambos lados comprobó que los pies de su prima Car formaban la guardia entre la que descansaba su cráneo, por suerte sin que el olor se hiciera notar. Siempre era así. Cuando se quedaban a dormir en casa de sus primos, al acostarse se dividían el espacio de esta extraña manera. Algo gracioso cuando eran más pequeños que al crecer se volvía incómodo. También era cuestión de simbolismo. La excursión que se disponían a realizar con su familia era casi una copia de aquella en que, algunos años atrás, se fundó su grupo, los Abrasadores. Por tanto, un guiño a la nostalgia, aunque el tiempo, siempre implacable, les dijera que para algunas costumbres ya habían crecido demasiado.
Dentro del silencio en que solo escuchaba su respiración entrecortada y las más relajadas de los durmientes, el joven volvió a sobresaltarse al escuchar una vocecilla.
- ¿Qué pasa, Tis?
Por instinto se volvió a un lado para mirar, por encima de la muralla del queso de Car (vaya el lector acostumbrándose al vocabulario de estos primos), cómo de la sábana de la cama de al lado sobresalía una circunferencia también de apariencia quesera, en este caso como de bola suizo versión moreno, el rostro de su primo Juan, también desvelado y observándole con ojos curiosos, más tranquilo en tanto que las cortas patitas de su hermana Espe no llegarían a darle en la cara.
- Nada- respondió Tis en voz baja pero sin poder evitar cierta excitación- Un mal sueño.
Una bombilla se encendió en el cerebro en formación de su primo.
- Fue por lo del programa de ayer, ¿verdad?
- ¡No!- el tono de Tis se elevó herido en su orgullo de mayor- Menuda bobada. Por una vez debimos haber hecho caso a tus padres y pirarnos a la cama. No son más que bulos.
- ¡Es verdad!- replicó Juan indignado- Lo que pasa es que os han dicho que no nos habléis de eso. Somos pequeños, pero no tontos.
Tis volvió a bajar su voz a nivel de susurro, confidencialmente.
- Y con razón. Mira, tío, si tú vivieras al lado de esa secta de chifladas también tendrías miedo. Por eso, cuanto menos sepamos todos, mejor.
Car se revolvió un poco en el lecho, empotrando su pie contra la boca de su primo, terminando de este modo la conversación, aunque Tis se alegró de que al menos no les hubiera escuchado. Las instrucciones de sus tíos respecto a las Hijas del Apocalipsis eran muy rígidas. Y mucho más llegando al segundo aniversario del hecho que todos recordaban.
Pero el insomnio ya había prendido en ellos, se levantaron y fueron por el largo pasillo central hasta la cocina, tan luminosa que tuvieron que taparse los ojos con legañas. Esto se debía a que la habitación estaba acristalada dando a la terraza, tan amplia que en veranos pasados solían poner una pequeña piscina de plástico desde la que salpicar a los clientes de la cafetería de abajo, que no solían agradecer de buenos modos este refrescante chapuzón. Los chicos, de buena posición media-alta, vivían en pleno centro de León, y tan cerca unos de otros que desde esa terraza en la calle Ordoño II se podía ver el inicio de otra vía de real nombre, Alfonso V, donde se emplazaba el ayuntamiento, el pasaje donde vivían Tis y Car, y desde luego el colegio de donde salieron los fantasmas que perturbaban el sueño del chico.
No me voy a enrollar con la familia de cada uno porque luego os voy a presentar a la mayor parte, de ahí que me centre primero en la parte masculina, sin ningún tipo de discriminación, solo en premio de haberse despertado primero. Tis, Luis León Prieto, tenía en ese momento quince años y acababa de regresar de un viaje a Inglaterra en el que se enroló, más que por aprender el idioma por ver si mejoraban un poco sus habilidades sociales, y en los pocos días que llevaba de regreso sus familiares eran optimistas sobre esta evolución. Pero como todavía no había entrado en ese proceso interminable y aburrido que la adolescencia requiere con sus bailes, chicas y demás, se divertía de manera un tanto infantil con su primo Juan, Prieto Carballal, de trece, huyendo de ese absurdo mundo con juegos que les evadían a dimensiones fantásticas en que los héroes eran ellos. O, sencillamente, los creaban ellos mismos, con papel y bolígrafo o la cámara de vídeo. Fueron espías que se dejaban mensajes cifrados en farolas y macetas, exploraron cada año un rincón de la privilegiada naturaleza leonesa y, claro está, se hicieron un grupo a su medida, esos Abrasadores cuya última aventura probablemente sería en ese santo día. Creo que fue el autor de Peter Pan el que dijo que nada interesante sucede después de los doce años. Es una opinión un tanto radical, pero es cierto que siempre se está mejor en la fantasía que en la realidad.
Era el problema que sufría Tis. Se estaba obligando a hacerse mayor, aunque ya le hubiera gustado quedarse en esas aventuras que habían llenado cientos de folios con su desgarbada letra y retorcidos monigotes. Un cambio que también se desarrollaba en lo físico. A la edad de Juan había estado gordito, pero ahora se había alargado, no mucho, y estaba tan flaco y pálido que resaltaban en su rostro los grandes ojos verdes, la nariz que decían característica de su estirpe y una sonrisa que solía destacarse cómplice junto a las bobadas que hacía con sus primos. Formaba una cómica pareja junto a Juan, que era más bajito, muy moreno y regordete. Juan era más gamberro y Tis por lo general participaba de espectador en sus fechorías, dejando a Car la ingrata labor de cortarlas cuando se pasaban de rosca.
Pero en aquel momento estaban los dos tranquilos, por no decir dormidos. Iban a desayunar unos crepes que habían estado cocinando la noche anterior, por supuesto sin que sus tíos lo supieran. Sí, en la cocina también experimentaban. Una joya de chicos. Juan, de entre los tropecientos mil canales que por aquel entonces tenía la televisión, puso el noticiero de la principal cadena pública.
- ¡Oye, quita ese rollo!- dijo Tis mientras agarraba un crepe con la mano, porque de hecho le gustaba comer con la mano, sobre todo si había confianza.
- ¡Quiero ver manifestaciones!- protestó Juan sin dar su brazo a torcer- Me gusta ver cómo les muelen a palos.
- ¡Pero mira que eres bruto! ¿No sabes que podría ser yo uno de esos? ¿No te hablé de ese amigo que hice en Inglaterra, Alejandro Vidal? Me ha dicho que si quiero ir a una manifestación de esas.
- ¿Sí?- Juan no podía imaginarse a su primo en esa faceta
- Ya lo creo. Era en contra de… No, a decir verdad no se de qué era. Un buen tío ese Alejandro, aunque un poco raro.
Tis no añadió que fue precisamente la rareza de ambos la que les hizo unirse en la excursión británica. Pero es cierto que ver las noticias podía ser una experiencia desagradable para cualquiera, mucho más en el desayuno, las tostadas se atragantaban y el día se veía mucho peor. Manifestaciones como en la que Alex quería enrolar a Tis sucedían varias todos los días, y algunas de ellas acababan de modo violento, que era lo que importaba a Juan, que de política no entendía casi nada y prefería quedarse con los trompazos que le recordaban a sus películas favoritas. Los temas que se disputaban en estas batallas campales eran muy diversos, pero últimamente el protagonista indiscutible era el asunto de los cyborg, con Carlos Gaveston de principal defensor.
A este nombre respondía un caballero llamado a ser el segundo paisano de los chicos en alcanzar la Presidencia del Gobierno. Si se conformaba con aspirar a menos, siempre tendría futuro en la industria del espectáculo. El mayor galán en años del cine español, con una elegancia y estilo destinados a abrir los ojos de los señores de Hollywood. Fulgurante sí fue su carrera como político, si a los treinta y dos años pudiera presumir de estar a punto de dar un giro de timón al país, con una historia personal de esas que siempre enternecen a los votantes, no sin razón pues nunca conoció a sus padres, siendo adoptado por el general Gaveston, que de extranjero solo tenía ese imponente apellido de origen paterno, pues era tan español como las castañuelas, y tenía un gran orgullo en proclamarlo. Pues, ya atando cabos, nuestros primos conocían a Carlos, lo que podría considerarse un gran honor pero no para ellos, que no le tenían demasiada simpatía. El verdadero descendiente sanguíneo del general era su nieto Luis Gaveston, a quien ellos llamaron siempre Ludwig. Un quinto primo se diría, por las correrías que se trajeron entre manos, pero sus amistades no eran bien vistas por el severo y conservador militar, que quería cortarlas contando con el servilismo de su ahijado. Por tanto, antes de hacerse protagonista de los medios de comunicación, la imagen que tenían de él era como un petulante concejal de cuarta fila, recién licenciado, que venía a llevarse por banda a su amigo cuando ellos, como enanos que eran, disfrutaban en plazas y parques sin entender los motivos por los que esos aburridos mayores invadían su infancia feliz.
- ¡Mira!- gritó Juan- Ahí esta Charly.
- ¿Cuándo no está?- contestó Tis con una mueca de asco.
En efecto, aunque el Congreso de los Diputados estaba cerrado por vacaciones, Charly, que así le llamaban mostrando una familiaridad más bien despectiva, no descansaba nunca en su campaña. La madre naturaleza se lo estaba poniendo fácil, con un verano aún más catastrófico que los anteriores, sin que la mayoría de los científicos se pusiera de acuerdo en una razón: cambio climático, mano del hombre… En la mayoría de los casos, la respuesta era clara: no había ninguna explicación lógica. Pero el pueblo sí quería respuestas. Y soluciones urgentes. Gaveston quería aprovechar que la presidenta estaba relajándose en las islas para así adelantarse y echarle en cara que mientras ella disfrutaba de la cara amable del clima en la península había un caso de incendio, inundación o huracán cada par de días. Y él no iba a quedarse de brazos cruzados, sino que en una comparecencia televisiva había plantado un decorado de ciencia-ficción para presentar un invento que así lo merecía, mediante un montaje holográfico que lo proyectaba en medio de una sala gigantesca.
Gaveston, en el centro al lado de las imágenes, movía los dedos velozmente por la pantalla táctil que le habían colocado en un atril, para que así pudiera leer su discurso. Aún no había dominado del todo el arte de expresarse correctamente en público, pero su mera presencia ya le hacía ganar puntos de entrada. Sus ausentes progenitores debieron darle una buena genética, el cabello engominado era rubio con briznas rojizas, aspecto pálido pero no enfermizo, buen contraste con el traje oscuro que lucía en él como la mejor percha, gracias a la formación castrense que le otorgó su tutor, un verdadero fanático en eso de la disciplina del cuerpo. Sus gafas le quedaban perfectas como complemento de alguien que quería aparentar ser más mayor para transmitir experiencia pero no renunciaba a su belleza juvenil. En las imágenes que le acompañaban también aparecían hombres casi perfectos, solo que de hombres solo tenían una imitación casi clónica. Eran como soldados de físico poderoso que vestidos de camuflaje y sonrientes aparecían rescatando niños, ancianos y mascotas de unas catástrofes con mucho sabor a cine de serie B. Todo era muy similar entre sí. La pobreza de los decorados, las mismas caras de pánico fingido, y desde luego los salvadores eran idénticos, ya que venían de serie con ligeras variantes.
- ¡Digámoslo sin miedo!- proclamaba Gaveston- ¡Los cyborgs son una solución! Ante un ejército diezmado por la falta de reclutas, que están poco preparados y mal pagados, necesitamos una alternativa eficaz que ahorre la pérdida de vidas humanas. ¿O es que acaso el gobierno se sacará algún as de la manga? ¿Qué han hecho a este respecto desde su primera legislatura, que se estrenó con una tragedia que me tocó muy de cerca? ¿Qué hizo la señora presidenta cuando el alud de San Isidro, allí en mi tierra natal?
Por un momento Juan sospechó que Tis iba a apagar de inmediato la transmisión. La sana atmósfera de cachondeo que tenían desde que se levantaron se evaporó y Tis se quedó callado y serio, sin parecer que prestase atención a la palabrería del político, que nunca tuvo pudor para dejar de utilizar ese triste hecho en su beneficio. Y que estuvo a punto de crear la mayor desgracia hasta la fecha en su familia. Car había estado allí. Era muy pequeña, pero no por eso lo había olvidado. Muchas amigas suyas murieron, niñas que indirectamente también lo eran de Tis. No podía soportar esa manipulación utilizada para hacer propaganda de sus humanoides, sin duda fabricados por alguna empresa que se habría dejado los cuartos en financiar su campaña. Por suerte, la siguiente imagen que apareció en pantalla sirvió para que Juan distrajera la atención de su primo hacia temas menos graves.
- ¡Jo! ¡Qué buena que está la Rosalinda!
El noticiero buscó, como era lógico, la reacción de la presidenta Neira, que a sus cuarenta y cinco años y seis al frente del país era lógico que mirase con algo de arrogancia a ese jovenzuelo con pinta de presentador de variedades. Ella, que a simple vista parecía la típica rata de biblioteca, con sus gafas de concha y pelo moreno e indomable, solía llevar ropajes oscuros incluso ahora que volvía de la playa con su hija Rosalinda, para nada vivo reflejo de su madre. Puede que Juan aún no hubiera echado la matrícula para ser diplomado en mujeres, pero la pequeña dama no contaba más que con un año más que él, y aparentaba más incluso que Car, ahí se ve su desarrollo, máxime cuando regresaba con bikini y un pareo transparente, observando a los periodistas que habían abordado a su madre con el desprecio que siempre les había tenido. A Tis siempre le había parecido nada más que una niñata borde, pero por complacer a su primo se fijó en ella mientras escuchaba las frías palabras que Neira dedicaba a su rival, tachándole de buitre carroñero no sin parte de razón.
- Sí, cierto- reconoció Tis sin mucho entusiasmo- Pero es una pija. He visto muchas como esas en el viaje. Pijas italianas nada menos. Muy buenas, eso sí. Si hubiera estado más espabilado…
Tis siguió lamentándose en sus adentros de su poca destreza mientras volvían las imágenes de disturbios provocados por grupos de jóvenes, algunos de los cuales quizá pudieran ser en un futuro Alejandro y él mismo, corriendo para no ser alcanzados por las lapas electrificantes. Se abrió la puerta de la casa y en acto reflejo Juan apagó la tele, ya que sus padres no permitían ver según qué cosas. Aunque sus progenitores habían dormido fuera y dijeron que no regresarían hasta mediodía o así, tras haber adquirido las viandas para la comida. Su sorpresa fue mayúscula cuando en el cristal de la puerta vio reflejarse la silueta de Pura, la entrañable chacha de toda la vida. Era casi de la familia, aunque con ella se permitían confianzas que el resto de sus miembros no se tomarían a bien. Cierto que su físico invitaba a esa crueldad que tienen ya los niños en la cuna, o siguiendo a Rousseau la malsana sociedad les transmite. Era como las brujillas de los cuentos, muy flaca, el pelo corto y revuelto, aunque no tanto como los pelillos de su bigote, los dientes cada cual por su aire y alguna verruga estratégica. Pese a lo que vamos a ver, los chicos la querían mucho en el fondo, si bien se extrañaban de su presencia allí, con una cara de vinagre que delataba que no lo hacía por gusto.
- ¡Puri!- dijo Tis- ¡Pero si hoy es fiesta!
- ¡Ya lo se ya!- respondió la asistenta de mal humor- ¡Por ganas no estoy, eso está claro! ¿Y vosotros qué hacéis en pie a estas horas?
- Estábamos viendo a los cyborgs y a Rosalinda- contestó Juan- Voy a decirle a mamá que te cambie por una chacha cyborg con el cuerpo de Rosalinda.
- ¡Qué gracioso el…!- censuro las palabras de Pura, que por lo general no utilizaba muy buen lenguaje ni delante de los niños, que por otro lado iban a aprender esas palabras de todos modos- ¿Viendo las noticias vosotros? ¡Qué formales os habéis vuelto! ¿Y si yo le digo a tu mamá que el otro día pillé bajo tu cama una película virtual de Sin Wom?
- ¿Sin Wom?- repitió Juan haciéndose el despistado- ¿Tú sabes de qué habla?
-Ni idea- confesó Tis siguiéndole el juego- Es la primera vez en mi vida que oigo ese nombre. ¿Quién es esa?
- ¡Muy bien!- Puri ya había estado en batallas como esa, esta vez se creía con las de ganar- Aquí tengo una cosa que lleva vuestra marca. ¡Una prueba muy clara!
Rebuscó entre su bolso para sacar una grabación que se activó con las voces de un nuevo grupo revelación: Los Abrasadores, versión musical, con Car a la guitarra y todos los primos cantando y haciendo coros que dedicaban a la sufrida mujer. En su defensa cabe decir que casi todos sus familiares habían tenido un homenaje musical, que en este caso reproduzco exagerando sus gorgoritos para mayor realismo.
Puriiiiiiiiiiiiiiiiiiii
friegaaaaaaaaaaaaa
los platossssssssssssss
con honorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
Uo, uo, uo, uooooooooooooo
(Hasta aquí el estribillo, que conste)
Puriiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Tienes el pelo como una mofeta.
Puriiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Eres una artista con la bayeta.
Puriiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Tus piños volaron cual avioneta.
Puriiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Uo, uo, uo, uooooooooooooo
(Y sigue)
Ante una acusación con una prueba tan evidente, los chicos no pudieron por menos que agachar la cabeza, también para evitar la risa, y volverla a levantar con ojos de corderos a punto de ser convertidos en chuletillas.
-Pero… Si la canción se le ocurrió a Car- dijo Tis.
- ¡Sí!- confirmó Juan viendo una salida fácil- Además, no te puedes quejar. ¿A que hasta ahora no te habían dedicado una canción?
- ¡No me vengas adulándome!- dijo, los pelos del mostacho vibrando eléctricamente- No he venido por esa dichosa cancioncita. Creo que me dejé aquí el otro día un angelito de cerámica que le iba a regalar a mi sobrina Asunción por su santo.
Incluso antes de que Pura terminara de decir su frase, el cerebro de Tis ya estaba haciendo conexiones entre las capas de su memoria, hasta llegar al archivo apropiado. Sin ánimo de cargar las tintas en la faceta más bruta de los primos, había un juego ideado por ellos mismos que resumía bien su necesidad de hacer el animal para quemar energía. Se llamaba Zuavos. Sinceramente, no se el significado del término zuavo, pero era otra de esas palabras que los primos usaban porque les sonaba bien, sin atender a más razones. El lugar, una habitación en la que al ser posible no hubiera nada frágil ni de cristal, solía ser el cuarto de Juan y Espe. Instrumentos necesarios: varios juguetes como muñecos, peluches, etc. Preferiblemente blandos y suaves, pero por eso de la emoción del juego solían ser de goma maciza. Reglas: muy sencillo. Enciérrense cuatro primos en una habitación armados hasta los dientes de muñecos, cada uno parapetado tras un escondrijo, ya sea silla, baúl o similar. Se cuenta hasta tres y entonces se apagan las luces. A partir de entonces cada uno intenta arrojar sus muñecos como si de proyectiles se tratara contra los otros, terminando el juego, o tan solo interrumpiéndose, cuando la pata de algún caballito o la cabeza de un héroe de acción impactaba contra los morros, la barriga o en el peor caso los ojos del contrincante, que estallaba en lloros y a veces se tomaba una venganza peor aún, ya directamente por las manos y pasando del juego. Aunque ya estaban un poquito mayores para ello, se dieron el homenaje recordando esas bestialidades, pero Juan hizo trampa porque cuando Car aún estaba por el dos y la luz bien puesta, arrojó un cerdito bien pesado cuyo hocico fue juntarse con el de su hermana, que sin reparar en su ligera hemorragia nasal, se levantó con ánimo de ojo por ojo, la persecución se prolongó por el pasillo, como era habitual, acabando en la cocina, donde reposaba esa estatuilla en la ignorancia que ningún angelote es sagrado cuando hay un ataque de ira heredada de Caín. El cerdo retornó el vuelo y las pruebas del delito fueron borradas hábilmente. Las neuronas de Tis volvieron a la actualidad.
- ¿Sabes, Puri? No tengo ni idea de dónde está el angelito ese. ¿Por qué no vas a preguntar a las chicas? Aunque no se si estarán despiertas.

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