lunes, octubre 30, 2006

Capítulo tercero: Héroes.

III. Héroes.

Era cierto. Car, Carmen Sena Prieto, había tenido la idea. Oda a la empleada del hogar, para la que prestó tanto sus cuerdas bucales como las de la guitarra española que rasgueaba con cierta pericia. Pero, siendo objetivo, me reafirmo en la defensa de la prima mayor, cuyo sentido del humor era tan inocente como el del resto de cantarines que le acompañaron. Dicen que en todo grupo debe haber un líder, ya sea elegido de manera más o menos democrática o por otros métodos como la edad, por ejemplo. Car llevaba once meses y medio a Tis, y ya en su día colocaron en su carné de Abrasadora, sin que nadie protestara, el subtítulo Abrasadora Número 2, Jefa. El hecho de por qué se conformaba con la segunda posición siendo la cabecilla es un misterio que luego tratarán de descifrar los chicos, la cuestión es que nadie mejor que ella para ese puesto. El suyo no era un liderazgo serio y desde la distancia, participaba de las mismas diversiones y a veces pequeñas travesuras de sus primos, el cargo le venía más bien impuesto por los mayores por si las cosas se descontrolaban un poco o para arreglar las clásicas diferencias entre los hermanos o, más raro, algún que otro capón que pudiera soltar Tis a su primo en los escasos momentos en que perdía su postura pacífica, como demuestra una frase simple pero clara, rescatada entre montañas de garabatos de los cuadernillos de Juan: Tis es un gran bruto.
Sí, Car desde luego que tenía capacidades de mando. Era muy buena en las relaciones personales, y avanzaba con paso más claro que su primo Tis ya inmersa en la plena adolescencia, con sus amigos, amigas, primeros amoríos y juergas que le acercaban más al mundo adulto pero sin perder nunca el contacto con todo lo que significaron los años de los Abrasadores, las excursiones, los juegos… No, ya lo advertí. Aunque en el encabezamiento se hable de héroes, no por ello se descartan heroínas, las mujeres no son ahora damiselas en peligro. Si hay alguien en que se pueda afirmar lo de la mujer fuerte, esa es Car. Para superar a los diez años una tragedia como la que vivió, desde luego. Y esa fortaleza la seguiría utilizando para defender a quienes quería. ¿Cuál va a ser la primera imagen que tengamos de ella?
Bzz. Bzz. En intervalos de unos diez segundos, este era el zumbido que provocaban las lapas electrificantes al estrellarse contra la diana, que Car había colocado en la puerta de acceso al cuarto de Juan y Espe. Hay motivos de sobra para que una joven como ella justo después de desayunar y dar el pésame a Pura por la pérdida de su regalo cogiera una pistola como esa, tan legal que las regalaban en los institutos, y empezara a hacer prácticas de tiro ante la indiferencia de su prima pequeña, que jugaba a las muñecas como si nada. No hay mejor razón que el miedo, desde luego. Temor generalizado, que luego era aprovechado por gente sin escrúpulos como Gaveston en beneficio propio, pero que era muy real. Ya no solo por la ola de catástrofes o la siempre delicada situación mundial, los jóvenes eran quienes más se sentían amenazados, y las pocas veces que ese verano Car salió por la noche, con gran disgusto por parte de su madre, lo hizo siempre con la pistola a mano en el bolso, era inofensiva salvo que aquel a quien se disparara no podría moverse en cinco minutos. Vamos al grano, la cuestión es que hacía un par de años que se producía cada semana uno o dos secuestros de niños o adolescentes, y esas desapariciones fueron aumentando de manera gradual hasta alcanzar un ritmo casi diario por aquellas fechas. Al principio se especuló que eran simples huidas de casa, aventuras sin importancia, casos aislados, nada para dar la voz de alarma. Pero en una sociedad de la tecnología, en la que cada persona podía ser vigilada o filmada por centenares de métodos sin que lo supiera, al final vieron que se trataba de una banda organizada y que sabía muy bien lo que llevaba en las manos, de ahí que no dejaran mayores pistas, si acaso muchas falsas para despistar, llegando a colocar los microchips que se insertaban bajo la piel de los jóvenes en las direcciones más opuestas. Sin saber muy bien la causa de este delito continuado, hay que tener en cuenta que la juventud por aquel entonces era un tesoro más divino aún, en una sociedad envejecida que necesitaba niños y en cambio algunos se conformaban con pequeñas réplicas robóticas, aún bastante imperfectas.
Por ello ese entrenamiento era fundamental hasta en la escuela, y Car realizaba sus deberes de la misma manera que si hubiera sido preguntada por la fecha de la Conferencia de Bandung. Concentrada en ese pequeño círculo hacia el que arrojar la lapa, estaba más bella aún, alta como era, con la melena de claro castaño recogida en una coleta que no le impidiera la vista, trasmitía autoridad y confianza, cualquiera que quisiera su secuestro lo iba a pagar caro, sus primos se sentían seguros junto a ella, de ahí que Espe, Esperanza Prieto Carballal, estuviera tirada en el suelo tan tranquila, con esa casita en que figurillas de hombres y mujeres actualizadas a los tiempos y con menos estereotipos eran gobernadas por esa pequeña diosa de once años, con una vida tan corta que será fácil resumirla en breve y seguir con las aventuras del grupo.
¿Qué decir de ella, apodada la Nenita por decisión familiar? Pues eso, la joya de la casa. No ya por benjamina, pero es que era preciosa en sí, como si una de sus muñequitas hubiera crecido un poco. De su hermano Juan tenía también la piel oscura, en su caso y al lado de su pelo azabache ofrecía la sensación de una gitanilla de pinturas populares. Tan guapa y tantos halagos recibía que no es extraño que se volviese un poco presumida, sus rabietas a veces venían de caprichos pero también se justificaban cuando se ponía con su hermano a armar gresca, en defensa propia por lo general. Estos piques entre hermanos eran moneda común de la casa, y a menos que la cosa subiera de tono como en el juego de Zuavos, los primos mayores no intervenían, de hecho a veces fomentaban esa rivalidad burlándose un poco de las ingenuidades de la chiquilla. Por eso Car, en la seriedad de su pose pistolera, no pudo evitar una sonrisilla mirando de reojo cómo Espe levantaba un hombrecillo con media melena rubia y vestido con ropa deportiva, hablándole en estos términos.
- Ludwig, ¿me quieres?
La curva de los labios de Car se expandió un poco más al ver de qué manera solemne hablaba la niña al muñeco como si se tratara de su amigo.
- Seguro que a él le haría mucha gracia saber que le has dado su nombre a un muñeco- declaró, al tiempo que disparaba de nuevo. Espe, que en cualquier momento empezaría a poner morritos, levantó la réplica de Ludwig hacia Car.
- Se parecen. ¿O es que no lo ves?
Era cierto. El pelo, el chándal, todas aquellas marcas hacia las que ella también se había sentido atraída a la edad de Espe, de ahí lo divertido que lo encontraba. Asintió con la cabeza, pero su prima no se conformaba con una respuesta tan tibia, levantando su ídolo casi hasta la punta de su arma.
- Es muy guapo.
- No digo que no.
- Muy, muy, muy guapo.
- Ya lo se, Nenita.
- Cuando crezca unos años, creo que vamos a hacer muy buena pareja.
Una lapa casi se incrustó en el cristal de la ventana. Car cogió aire y trató de disimular.
- ¿Tú crees? Espe, aún eres un poco pequeña para…
- ¡No lo soy, no lo soy!- Car había dicho las palabras justas para iniciar sesión enrabietada- ¡Lo que pasa es que vosotros me tratáis como más pequeña de lo que soy y además…!
- ¡Socorro!
Car, sin darse cuenta, había interrumpido la protesta. Nerviosa, disparó una lapa justo en el momento en que Tis abría la puerta, la tensión eléctrica del proyectil erizó los pelillos de su tupé, pero se estrelló en la pared, ante la perplejidad del joven.
- Oye, ¿no te han dado un manual de instrucciones en el colegio para ese cacharro?
- Lo siento, Tis- se disculpó Car descargando con presteza el arma y guardándola en su bolso- Creo que andaba un poco distraída.
- ¿De qué hablabais?- preguntó Juan, que entró después tan tranquilo como si nada.
- De Ludwig- insistió Espe, que no soltaba el muñeco para nada.
- Ah- comprendió Tis- Bueno, las conversaciones de chicos pueden esperar. Abrasadora Jefa, tenemos que hablar de un tema importante.
Cada vez que Tis se dirigía a ella llamándola así podría referirse a lo más tonto o a lo más grave, por eso Car atendió.
- Como en ti nuestros padres confían más, quizá sepas algo de sus planes.
- ¿Otra vez con eso? Por favor, ayer hasta las tres de la mañana hablando de lo mismo. Se lo mismo que vosotros. Rumores. Si los Pás, los tíos o mi madre no quieren soltar prenda supongo que será por nuestra seguridad.
- ¡Yo no quiero ir a un internado!- gritó Espe, que veía una nueva ocasión de bulla.
- ¡Tranquilos!- prosiguió Car- Mirad, a mí tampoco me gusta, pero las cosas se están poniendo muy difíciles. Sería solo durante el curso, de todos modos.
- Claro, claro- se burló Tis- No se dónde querrán enviarte a ti, pero lo que ha llegado a mis oídos me da miedo. Os acordáis de ese profesor de mi cole, el hermano David, ¿verdad?
- ¡Cómo no!- aseguró Juan- ¿Ese que dijo que se había cortado una pierna y le había crecido otra?
Tis hizo un gesto con el dedo pulgar empinando el codo.
- Sí, bueno. El mismo. Ahora se ha ido a misionero a un lugar perdido por ahí del Amazonas. Creo que ha montado un colegio, y algunos compañeros de mi clase y de otros cursos igual van para allí. Yo antes de perderme en la selva… Prefiero que me secuestren.
- ¡No digas eso ni en broma!- le reprendió Car con dureza.
Sintiéndose incomprendido en su humor, Tis se sentó en el suelo callado y empezó a cambiar de ropa a una muñeca. Juan trató de conciliar los ánimos.
- ¿Por qué no seguimos la partida del Héroes?
- Juancho, es un poco tarde- dijo Car- ¿No habría que ir preparando las cosas de la excursión?
- ¡Qué va! Hoy hemos madrugado de lo lindo.
Fue mencionar ese juego y en seguida el ánimo de Tis volvió a encenderse. El Héroes, título en español del original Heroes of Might and Magic, era, más que un simple videojuego, una institución en esa familia. Ya sus padres se habían enganchado de pequeños a la primitiva versión, que ahora se había modernizado mediante cascos interconectados de realidad virtual que permitían sentirse en todo el fragor de la batalla, pues de eso se trataba. Era un juego de estrategia ambientado en un mundo fantástico de resonancias medievales, en el que varios héroes, enfrentados o aliados entre sí, debían ir conquistando terreno y castillos a base de batallas con ejércitos de criaturas mitológicas y por lo general monstruosas. Un argumento muy sencillo, ahí estaba la clave para que los primos limaran sus diferencias en el ficticio campo de guerra de la realidad virtual, asesinándose una y mil veces sin por ello causar ningún mal, de hecho con el casco venían a juego varias armas de plástico conectadas a él con las que los chicos convertidos en héroes batallaban entre ellos. Tis cogió un báculo rematado en calavera, le correspondía como nigromante. Su reverso era Car, sacerdotisa de la vida, con un cayado mucho más luminoso. Los hermanos no disponían de magia, pero Juan sí de fuerza bruta con su maza de bárbaro, Espe un arco de guerrera de la naturaleza que disparaba flechas imaginarias. Justo antes de colocarse los cascos cumplieron con otra tradición paterna, ambientarse poniendo música de Franco Batiatto, un cantautor italiano que en sus excursiones al campo solía amenizarles las veladas de coche. A los primos sobre todo les gustaba su canción Carta al gobernador de Libia.
Motivados musicalmente, llegaba la hora de repartir leña. Trasladándose en su psique a un castillo que iba a ser víctima de un asedio, cada uno se veía con ciertas características típicas de sus personajes. Juan, como el bárbaro Jojosh, era un amasijo de músculos con un par de metros de longitud y taparrabos, pero conservando la cabecita redonda y morena. Tis, que junto con él debía organizar la defensa de las fortalezas desde las almenas, había enflaquecido más aún para ponerse en los huesos del maléfico nigromante Sandro. Las chicas, pequeñas hormiguitas allá abajo, ya colocaban la catapulta mientras sus ejércitos armaban escaleras y cuerdas que arrojar a lo alto. Car con una túnica violeta que sentaba muy bien a la condición sacerdotal de su Emilia, mientras que Espe, la aguerrida Tawni, prefería ropas cómodas que la confundían con los espacios naturales en que se desenvolvía, verdosos y ocres, tensando el arco con una de las muchas saetas de su carcaj. A modo de bienvenida, la arrojó hacia un torreón para estrenar su contador de víctimas. Un centauro que montaba guardia lanza en ristre cayó al foso de agua que separaba la explanada de los portones reforzados de acero.
- Somos superiores en número- declaró la Nenita en tono ufano.
- Desde luego- aseguró Car- Si no mejor sería retirarse.
- ¿Damos la señal de salida?
Car accionó la catapulta, pero la piedra salió bastante ladeada y solo provocó el desprendimiento de algunos ladrillos a media altura. Aún andaban flojas en balística. Por ello, realizó su primer hechizo. Alzando las manos, hizo una bendición general a toda su hueste, que era la única formada casi exclusivamente por seres humanos: campesinos con horcas, ballesteros, piqueros, monjes y ángeles con espadas de flamígera luz celestial. Espe reunía seres más mitológicos como duendes, elfos, unicornios y aves fénix. Allá en lo alto, los chicos discutían su estrategia.
- La cosa está chunga, Juancho. Debemos potenciar tus cíclopes y centauros, son los únicos que tenemos a distancia. Hay que freír esas escalas.
- Muy bien. Hay que reservar tus dragones de hueso.
Juan se refería a las bestias más espectaculares de allí, esqueletos de dragón reanimados para las tropas infernales de Sandro, con vampiros, fantasmas, diablillos y más sacos de huesos andantes. Rivalizaban en tamaño eso sí con los behemoth de Jojosh, monstruos peludos de apariencia simiesca y garras enormes que lideraban el polvoriento y descerebrado batallón bárbaro. Tal y como habían decidido, los cíclopes arrojaban sus rocas derribando a decenas a esas huestes de labriegos que mejor se hubieran dedicado a sus labores de campo, caían desde lo alto arrastrando a veces a más compañeros al vacío, mientras las lanzas de los centauros lo tenían más difícil con unos duendes cuyas alitas les encaminaban de modo ligero a la cumbre. A las chicas no les costó averiguar el modo de defensa previsto, por eso mandaron la artillería pesada en modo de aves fénix a liquidar los cíclopes, mientras los ángeles quebraban la madera de las puertas de acceso. Las flechas de los elfos y las ondas de luz vital de los monjes acabaron por destrozar el ataque a distancia de los centauros. Ya no había monstruos en las almenas, estaban todos a resguardo.
- Vaya con las nenas- sonrió Tis dejando ver todos los huecos de su calavera- Nos han pillado. Pero ahora dejaré que os coman las ratas.
Lanzó una maldición en forma de plaga que afectó a todas las tropas humanas de Car, se pusieron pálidos, con sudores y vómitos cual peste medieval, pero aún así pudieron seguir hacia delante, cada vez más debilitados. Car tomó con presteza el antídoto a esa plaga de una redoma, dejando un par de tragos para que Espe pudiera ponerse a salvo.
- ¿Esas tenemos?- exclamó furiosa Emilia, sacando un cuerno que al soplar levemente entonó un salmo sagrado que enloqueció a los engendros no muertos de su rival, con la muerte instantánea de diablillos, fantasmas desintegrándose y cráneos lirondos estallando en mil pedacitos.
- Oye, si vais a picaros con la magia esto no va a tener gracia- protestó Juan.
- Anda, musculitos, vete haciendo abdominales que vamos a necesitar tu fuerza dentro de poco, me temo.
Los ejércitos de Vida y Naturaleza tenían ya entrada libre en el castillo, con la panda de serafines mosqueados al frente buscando llegar arriba. La explanada se iba quedando vacía salvo por los caídos y otros que iban cayendo o arrastrándose por la enfermedad mortal lanzada por Tis. Car y Espe hicieron señas a sus primos en plan nos vemos dentro de un rato.
- ¡Esto es un desastre!- gruñó Tis- ¿Cómo andamos de recursos?
- Bueno… El ejército de Car está bastante diezmado, unos pocos monjes y los ángeles como mayor peligro. A mí me quedan los behemoth y una marabunta de bárbaros.
- Pues yo creo que debemos poner toda la morralla en grupo para contener la entrada. Esqueletos, diablillos, fantasmas y tu horda de barbudos malolientes.
Todos ellos fueron en pelotón, la pelea fue verdaderamente brutal. Las tropas de Car, enfermas y desmotivadas, caían bajo las espadas y tridentes del mal, los monjes agotados para hacer magia dirigían las últimas oraciones a su dios. Tuvo que llegar el empuje de la naturaleza para restablecer algo la situación. Los elfos eran malos en las distancias cortas y caían bajo las hachas de piedra de humanos vestidos con pieles como los primitivos y a los que guiaba una furia irracional sedienta de sangre, que solo pudo ser cegada por el toque mágico del cuerno de los unicornios, en dos de ellos llegaron al trote las chicas, que observaban a sus primos que miraban la lucha a prudente distancia, con desagrado.
- ¡Rendíos ya!- exclamó Espe encabritando a su montura.
- Seremos clementes- aseguró Car- Os nombraremos bufones oficiales de la corte.
- ¡No tan pronto!- chilló Tis lanzando varios vampiros hacia ellas, que las inmovilizaron en un abrazo que precedía al beso de la muerte. Espe ya tenía un par de colmillos insertados en su yugular sorbiendo su sangre. Su chillido de socorro hizo que Car se librara del suyo a golpe de báculo y se dirigiera al agresor de su prima.
- ¡Oye! ¿Por qué no bebes de esto?- preguntó, apuntándole con la punta de su bastón, del que surgió un chorro de agua bendita que le alcanzó desintegrándole hasta que solo quedó de él una capa oscura. Espe estaba un poco más debilitada pero aún con vida.
- ¡Tis, esos métodos son muy ruines!
- Y yo que culpa tengo si me ha tocado hacer del malo. Pero no tan ruin como esto- dijo, arrojando un conjuro envenenador sobre Car, que se arrojó al suelo entre retortijones- ¿Qué? ¿Nos quedamos sin pociones curativas? ¡Ahora no te servirá el rezar!
La batalla final se trasladó afuera, la última plaza a conquistar, que ahora se disputaba entre los pesos pesados. Uno de los ángeles se concentró para restituir la energía perdida de Espe. Un gesto que le costó encontrarse con una pezuña de behemoth hundiéndose en su armadura para enviarle al cielo de donde procedía. Los dragones de hueso eran también mucho más poderosos que el ave fénix, con la ventaja como es sabido que estos resucitaban de sus cenizas después de muertos. Pero no tenían más allá de dos vidas, que se consumieron como la chispa de un mechero. El momento de mayor emoción era desde luego el enfrentamiento directo entre los héroes, que comenzó entre el bárbaro y la arquera.
- ¡Ahora sí que pagarás por lo del cerdito!
- ¿Todavía con esas?- exclamó Juan- ¡Siente la furia de Jojosh!
Levantó con ambos brazos su maza, lanzándose hacia ella para descargar el golpe con toda la furia, pero su piel velluda no era inmune a las flechas, que una tras otra fueron asaetándolo mientas lo arrojaban hacia atrás, dando vueltas aún con el arma en vilo en equilibrio precario. Echó un último vistazo a Tis a modo de disculpa.
- ¡Jojosh!- gritó su primo enfurecido- ¡Vaya un guerrero de mis narices!
Juan cayó desde lo alto y Espe siguió su racha deteniendo el lento avance de los behemoth con unos proyectiles que para monstruos tan grandes eran mosquitos pequeños, pero muy dañinos. Tis no quería ser menos y también pelear con Car, pero ella le arrojó un conjuro pacífico por el que no podía atacarla, sino ponerse a tocar la lira, cosa que hizo con resignación. La vitalidad de la sacerdotisa era consumida poco a poco por el veneno, pero aún tenía fuerzas. Cuando el dragón de hueso terminó a dentelladas con su último ángel, confirmándose como el último monstruo que quedaba, Car se dirigió hacia él con decisión, mas cuando el enorme esqueleto abría sus fauces Espe montó de un salto en su regazo, agarrándole de las alas. Furioso, el engendro se debatió hasta lograr emprender el vuelo, con la chica cogida con fuerza a su cráneo, surcó los cielos hasta sacar una daga de su cinturón que clavó en el medio de tan espantosa calavera. Antes de caer al vacío, lanzó una mirada a su prima pero esta sí que no era de disculpa, más bien de complicidad para que supiera que se sacrificaba porque era la única manera de alcanzar la victoria. Sí, solo quedaban los dos hechiceros de escuelas mágicas diametralmente opuestas. Car reservaba su última energía de conjuro para remediar la situación desproporcionada que vivían. Si ella soportaba el veneno, justo sería lanzar su última canción sagrada para debilitar a Tis, sacó el cuerno y apenas tocó varias notas desquició al nigromante, que corrió hacia el instrumento musical aplastándolo con su bota. Comenzaron a pelear báculo contra báculo. Como no debemos olvidarnos del mundo real, hay que señalar que en el cuarto los hermanos ya se habían quitado sus cascos y se lo pasaban muy bien viendo a los mayores peleando con sus armas de plástico, tan metidos en el papel que Tis llegó a dar un buen bastonazo en medio del casco a su prima, que protestó en su versión virtual.
- ¡Oye! ¡Me has dado de verdad!
- ¡Oh! Lo siento. La próxima no la notarás.
Sin embargo, fue Car quien desarmó a su primo, arrojando el cayado lejos y apuntándole al cuello con la punta del suyo, le obligó a retroceder hasta alcanzar el borde de una almena.
- ¿Cómo arreglarías esto?- dijo Car con una sonrisa dolorida.
- Creo que el veneno no te dejará más de un par de turnos de vida.
- Me sobra tiempo.
De repente, Tis se puso a cantar de manera triunfal, con una letra que nadie entendió, casi tarareando una música de la que solo sacaron en claro el estribillo.
- Wen de jander crismas nare guarer brauer chispi uo, mindiniuir tras ninetrer labi chombi cusni do, guam pupillas rera tera jupilnido cuapiso, en el nombre del Señooooooooorr. ¡Glory, Glory, Aleluya!
- ¿Pero qué haces, Tis?- Car estaba perpleja, así como sus primos en la otra dimensión.
- ¡Glory, Glory, Aleluya!
- ¡Tramposo! ¡Quieres distraerme! ¡Además, los nigromantes no pueden cantar canciones religiosas!
- ¡Glory, Glory, Aleluya! ¡En el nombre del Señor!
Tis cogió a Car por el báculo, arrojándola al foso con sonrisa de triunfo.
- ¡Victoria!
- ¡Tramposo!- chillaba ella mientras caía otorgando la pírrica victoria al bando de Sandro y Jojosh.

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