Queridos amigos, hoy debieron haberse rodado nuevos sketches de la serie, pero mejor es hacer las cosas despacio y bien, por lo que de momento es inminente el estreno de los dos capítulos de Marmoto, Caballo y Luisi. Pero, bueno, no olvidemos cuál es el nombre de este blog, y hoy comencé a escribir... chan cha chan... LOS ABRASADORES: GUARDIANES DEL UMBRAL. Sí, puedo estar en paro, pero no me asusto de las sagas faraónicas. Más arruinada estaba JK Rowling.
¡Y son los Oscar! ¿Crónica en directo? Ya veremos.Veo que no habéis hecho mucho caso a mi porra, en fin, si tenéis tiempo, y para que veaís que no miento, pongo los dos primeros folios de la novela, para que veáis que no miento. Solo dos, para que nadie se canse.
El gobernador de Libia estará conmigo en esta nueva aventura.
I. La manifa.
Pam, pam, pamparapán.
Pam, pam, pamparapán.
Pam, pam, pamparapán.
Así hasta el infinito, o por lo menos se lo parecía a Tis, abrumado al desconocer los motivos por los que estaba inmerso dentro de aquella vorágine. Pero tan solo era un peldaño más dentro de aquella espiral de confusión que no dejaba de crecer desde hacía aproximadamente dos semanas. Ojalá no se tratara más que de algún proceso propio de la adolescencia, alguna hormona atravesada que se transformó en alucinaciones temporales. Pero no. Sus primos Juan y Espe aún no alcanzaban esa peligrosa edad, y tal y como él habían sentido las garras de acero de los cyborg camufladas como esponjosa carne de monja. Tenía, por tanto, un gran sentido para él asistir a una manifestación en contra de la llamada Ley Cyborg, de hecho tenía muchos más motivos que cualquiera de los que estuvieran allí. Aunque, antes del quince de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen María, tan solo hubiera ido por complacer a su amistad más reciente, Alejandro Vidal.
Con todo, no se encontraba bien. Los sincopados golpes de la batukada atacaban sus nervios sin piedad, una treintena de personas a modo de coro tamboril, aunque realmente habían aprovechado cualquier cosa como instrumento musical: bidones de gasolina, latas vacías, y no faltaban desde luego los yembés africanos que le daban el toque étnico a esa parte final de la marcha, la más ruidosa y, sin duda, la más radical. Aunque era la primera vez que el joven participaba en algo así, le bastó dar un breve vistazo para comprobarlo. La protesta comenzó en la plaza de Botines, y estaba convocada por el Foro Social Contra los Cyborg, FSCC, una plataforma de límites algo difusos, formada por partidos políticos, asociaciones de vecinos, movimientos culturales y una nutrida amalgama de leoneses adscritos a cualquier ideología, pero unidos bajo el rechazo a los humanoides. No obstante el mensaje común, había dos sectores claramente diferenciados. A la cabecera, el mayoritario, portaba la pancarta oficial, que llevaba, entre otros, el portavoz del Foro, Aurelio Bolaño, un personaje al que Alejandro detestaba, pues para él no era más que un hombrecillo que se dedicaba a moverse como una veleta, al amparo de cualquier causa célebre mientras el viento le resultara favorable. Un profesional del reciclaje, que podía transformar cualquier basura en algo de su interés.
Ese grupo, mucho más numeroso que el suyo, parecía guiarse más por un espíritu festivo que por las ganas de entrar en combate. Más acorde con el momento. Era una estupenda tarde de primeros de septiembre, con tiempo conciliador, olvidada ya la asfixia del verano, el hecho de celebrarse en sábado invitaba a las familias a salir y reunirse, algunas con más convencimiento, otras porque lo veían como un acto social, o buena oportunidad para el paseo. En cualquier caso, las elecciones generales estaban lo bastante cerca como para que dos personas distintas dieran la misma razón acerca de su presencia allí. Después de su experiencia en Grandoso, Tis debió haber aprendido que el hábito no hace a la monja, y aunque el aspecto de Alejandro le colocaría a priori con los que querían salir en la foto del principio, la cuestión es que allí estaban, y se sentía algo ridículo. Su amigo, con esa camisa de cuadros y un fino suéter de punto a la cintura que seguramente no necesitaría, las gafas de intelectual, zapatos y pantalones chinos, parecía mucho mayor. Menos le pegaba que fuera un cristiano de misa semanal rodeado de ateos, algo que él también era desde hacía más o menos un año, a pesar de que la fe le faltaba para comprender ciertos asuntos relacionados con la hermana María, sobre todo. Pero Alejandro, por mucho que su aspecto no encajase, era toda una celebridad entre aquellos anarquistas, comunistas, okupas, antiglobalización y demás gente, algunos de los cuales pareciera que no tenían nada que hacer allí pero su estado natural era el da dar gritos y formar bulto. Tipos a los que Tis, quizá por desconocimiento, preferiría cruzar de acera antes que encontrárselos. Había un respeto muy profundo en el trato que le dispensaban, y él al menos creyó entrever que una razón de peso para ello era el boicot que Alejandro había realizado a un mitin del principal impulsor de la Ley Cyborg, Carlos Gaveston, saliendo de allí abucheado y casi agredido. Alejandro, orgulloso, le enseñó el recorte del diario local en su casa: Joven de unos treinta años (sic) interrumpe el acto de Carlos Gaveston, presidente del Partido Centrista y candidato a la presidencia del Gobierno. Ni siquiera le molestó que le pusieran el doble de edad de la que tenía.
- ¿Le preguntaste a Ludwig que si quería venir?- inquirió Alejandro, tras charlar con una chica muy atractiva con el pelo lleno de rastas, en referencia al hermanastro de Gaveston, muy amigo tanto de Tis como de sus primos.
- Imposible- contestó, haciéndose oír por encima de la batukada y el estruendo de varios petardos, cuyo aroma de pólvora venía a mezclarse con el de la marihuana, colocándole un poco- A él le hubiera encantado, odia a Charlie más que a nadie, ya oíste lo que dijo en el Benito. Pero eso le supondría problemas con su abuelo el general, más de los que ya tiene. Creo que hoy iba al San Luis, hace bastante que no le veo.
Pam, pam, pamparapán.
Pam, pam, pamparapán.
Pam, pam, pamparapán.
Así hasta el infinito, o por lo menos se lo parecía a Tis, abrumado al desconocer los motivos por los que estaba inmerso dentro de aquella vorágine. Pero tan solo era un peldaño más dentro de aquella espiral de confusión que no dejaba de crecer desde hacía aproximadamente dos semanas. Ojalá no se tratara más que de algún proceso propio de la adolescencia, alguna hormona atravesada que se transformó en alucinaciones temporales. Pero no. Sus primos Juan y Espe aún no alcanzaban esa peligrosa edad, y tal y como él habían sentido las garras de acero de los cyborg camufladas como esponjosa carne de monja. Tenía, por tanto, un gran sentido para él asistir a una manifestación en contra de la llamada Ley Cyborg, de hecho tenía muchos más motivos que cualquiera de los que estuvieran allí. Aunque, antes del quince de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen María, tan solo hubiera ido por complacer a su amistad más reciente, Alejandro Vidal.
Con todo, no se encontraba bien. Los sincopados golpes de la batukada atacaban sus nervios sin piedad, una treintena de personas a modo de coro tamboril, aunque realmente habían aprovechado cualquier cosa como instrumento musical: bidones de gasolina, latas vacías, y no faltaban desde luego los yembés africanos que le daban el toque étnico a esa parte final de la marcha, la más ruidosa y, sin duda, la más radical. Aunque era la primera vez que el joven participaba en algo así, le bastó dar un breve vistazo para comprobarlo. La protesta comenzó en la plaza de Botines, y estaba convocada por el Foro Social Contra los Cyborg, FSCC, una plataforma de límites algo difusos, formada por partidos políticos, asociaciones de vecinos, movimientos culturales y una nutrida amalgama de leoneses adscritos a cualquier ideología, pero unidos bajo el rechazo a los humanoides. No obstante el mensaje común, había dos sectores claramente diferenciados. A la cabecera, el mayoritario, portaba la pancarta oficial, que llevaba, entre otros, el portavoz del Foro, Aurelio Bolaño, un personaje al que Alejandro detestaba, pues para él no era más que un hombrecillo que se dedicaba a moverse como una veleta, al amparo de cualquier causa célebre mientras el viento le resultara favorable. Un profesional del reciclaje, que podía transformar cualquier basura en algo de su interés.
Ese grupo, mucho más numeroso que el suyo, parecía guiarse más por un espíritu festivo que por las ganas de entrar en combate. Más acorde con el momento. Era una estupenda tarde de primeros de septiembre, con tiempo conciliador, olvidada ya la asfixia del verano, el hecho de celebrarse en sábado invitaba a las familias a salir y reunirse, algunas con más convencimiento, otras porque lo veían como un acto social, o buena oportunidad para el paseo. En cualquier caso, las elecciones generales estaban lo bastante cerca como para que dos personas distintas dieran la misma razón acerca de su presencia allí. Después de su experiencia en Grandoso, Tis debió haber aprendido que el hábito no hace a la monja, y aunque el aspecto de Alejandro le colocaría a priori con los que querían salir en la foto del principio, la cuestión es que allí estaban, y se sentía algo ridículo. Su amigo, con esa camisa de cuadros y un fino suéter de punto a la cintura que seguramente no necesitaría, las gafas de intelectual, zapatos y pantalones chinos, parecía mucho mayor. Menos le pegaba que fuera un cristiano de misa semanal rodeado de ateos, algo que él también era desde hacía más o menos un año, a pesar de que la fe le faltaba para comprender ciertos asuntos relacionados con la hermana María, sobre todo. Pero Alejandro, por mucho que su aspecto no encajase, era toda una celebridad entre aquellos anarquistas, comunistas, okupas, antiglobalización y demás gente, algunos de los cuales pareciera que no tenían nada que hacer allí pero su estado natural era el da dar gritos y formar bulto. Tipos a los que Tis, quizá por desconocimiento, preferiría cruzar de acera antes que encontrárselos. Había un respeto muy profundo en el trato que le dispensaban, y él al menos creyó entrever que una razón de peso para ello era el boicot que Alejandro había realizado a un mitin del principal impulsor de la Ley Cyborg, Carlos Gaveston, saliendo de allí abucheado y casi agredido. Alejandro, orgulloso, le enseñó el recorte del diario local en su casa: Joven de unos treinta años (sic) interrumpe el acto de Carlos Gaveston, presidente del Partido Centrista y candidato a la presidencia del Gobierno. Ni siquiera le molestó que le pusieran el doble de edad de la que tenía.
- ¿Le preguntaste a Ludwig que si quería venir?- inquirió Alejandro, tras charlar con una chica muy atractiva con el pelo lleno de rastas, en referencia al hermanastro de Gaveston, muy amigo tanto de Tis como de sus primos.
- Imposible- contestó, haciéndose oír por encima de la batukada y el estruendo de varios petardos, cuyo aroma de pólvora venía a mezclarse con el de la marihuana, colocándole un poco- A él le hubiera encantado, odia a Charlie más que a nadie, ya oíste lo que dijo en el Benito. Pero eso le supondría problemas con su abuelo el general, más de los que ya tiene. Creo que hoy iba al San Luis, hace bastante que no le veo.
2 comentarios:
No me he leiod estos dos folios porque me quiero acabar antes el primero...
Y los Oscars... bueno, mañana veremos que tal porque yo de ver la ceremonia paso...
Bye!
hola amore, yo tp he leido, antes tendre q leer el otro no?pero me alegro de q vuelvas a escribir. sinceramente los oscars me la pelan. pero q no se lo den a la pene, q me cae mal...
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