viernes, enero 23, 2009

Camino... ¿a la santidad?


Hace unos años fui a ver La gran aventura de Mortadelo y Filemón, y me quedé sencillamente estupefacto al comprobar que, no solo no reflejaba las historietas que había mamado desde la infancia, sino que la mayor parte de su metraje resultaba incomprensible: muchos actores parecían estar masticando a la vez que hablaban, o tal vez con algún problema de afasia. No se de qué sirvieron esas clases de vocalización que afirmaron haber dado a Benito Pocino... Por suerte, el siguiente filme de Javier Fesser es más visible, y audible.

El director puso cuidado en señalar que esta película no va en contra de nadie, ni siquiera del Opus Dei. Está inspirada, no es una biografía al uso, en la vida de Alexia Barro, una niña cuya familia pertenecía a la Obra y que murió de un doloroso cáncer que afectaba a la columna vertebral o algo así creí entender. Ahora mismo se encuentra en proceso de beatificación, y a su memoria va dedicada la película. No, no se trata de una crítica grotesca al estilo de El código Da Vinci. No es necesario, a mi juicio. La organización ya se descalifica por sí misma, a menos que seas uno de ellos, y hace falta echarle imaginación para encontrar bondades en ella. En otros países es una secta; aquí no, supongo que porque su fundador es paisano, San José María Escrivá de Balaguer. Y tiene mucha fuerza; no se olvide que, cuando fue canonizado, viajaron al Vaticano varios ministros de Aznar, algunos con mantilla. Estampa tan grotesca que por sí sola merecía el voto socialista.

Es curioso que, en los próximos premios Goya, haya tres actores candidatos por papeles de religiosos desagradables. Quienes desde hace años pensaban en la teoría de los titiriteros pedigüeños y demás, podrán sostenerla con más fuerza. Yo no creo que el cine español esté tan politizado, es solo que a la hora de repartir premios parece que escojan siempre temas así. Porque yo he visto buenas muestras de cine de género: Los cronocrímenes, Tres días, El rey de la montaña, Los crímenes de Oxford (esta sí en la terna)... Así están las cosas. No obstante, yo prefiero que gane Camino antes que Los girasoles. En ambos filmes sabes desde el principio cómo van a acabar las cosas, pero al menos el primero es mucho más estimulante y arriesgado. Y eso se agradece.

La película se sostiene, sobre todo, merced a un cuarteto de actores en estado de gracia, los que interpretan a la familia principal. Nerea Camacho ha sido todo un descubrimiento como Camino. Goya al canto se avista. Hace de niña religiosa pero no monjil, a quien le gusta bailar Shakira, sueña con que le compren un vestido descocado y con entrar en un grupo de teatro para conocer al niño de sus ojos. Es un personaje tan adorable que es difícil no enamorarse de él, en el buen sentido de la palabra, y sufrir lo indecible hasta el final. Su madre, como aparece en uno de los momentos oníricos del filme, es tal que una madrastra de cuento, dura pero de fondo tierno; vive en una esquizofrenia continua, entre el deber hacia su hija y el deber hacia Dios. Carmen Elías lo borda, será de justicia que también alcance el cabezón. El padre, uno de los pocos personajes adultos positivos, se esfuerza por llevar los pantalones como una especie de San José que ni pincha ni corta pero consuela a su hija frente a tanta opresión. También está genial Mariano Venancio, quien hizo del Súper de la TIA y ahora está en un papel diametralmente opuesto. Por último, Manuela Vellés interpreta a la hermana mayor. Ella debutó en el batacazo de Caótica Ana, donde era una hippie con rastas y destetada; aquí hace de ex-hippie metida a numeraria del Opus, algo así como si fuera una monja pero sin convento.

A Fesser le gusta el surrealismo, ya desde los tiempos de sus cortometrajes, y jalona la cinta un buen número de momentos así que permiten escapar a Camino de su dura realidad. Algunos funcionan, otros no. Hay referencias a Walt Disney, que yo siempre agradezco; pero, a medida que va llegando el final, pueden llegar a restar dramatismo. Es otro problema, una duración algo estirada, y cerca del desenlace tanta desgracia junta puede saturar un poco. Os seré franco: ayer, tras el estudio, tenía pensado ponerme esta peli como fondo, si acaso verla a ratos. Sin embargo, la historia me enganchó y mi atención casi no se distrajo. Llegué a sentirme identificado con el dolor de una familia enredada en una telaraña de la que no puede o no quiere salir.

Así que Alexia, dondequiera que estés, espero que no saquen réditos de tu tragedia y te dejen descansar en paz. Claro que, lo que para unos es dolor, para otros es santidad...


PD- Hopewell, pese a estas sesiones de cine con las que pretendo distraer un poco el chape, conste que no me he olvidado de nuestra propia creación. Confío en que este fin de semana te mande lo que prometí. ¡Feliz fin de serie!

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